domingo, 28 de septiembre de 2008

Rumbo a Angers


Después de un fin de semana algo movido me dispongo a cumplir con mi compromiso de manteneros informados a través del blog. Podría relatar mis aventuras en Saint Michel, pero intentando no contar la historia saltada en el tiempo, me remontaré al día del viaje.

Llevaba varios días con todo preparado. Mi hermano había pasado horas mejorando la furgoneta. Tenía la ruta impresa, el CD de música de viaje, a Andrés de copiloto y ganas, muchas ganas, de partir.

El día 30 de agosto cargué todo lo que llevaba días preparando en la furgoneta. Me despedí con mucha pena de mi hermano y mi madre, partiendo al son de you give love a bad name a mi aventura erasmus.

Cuando llegué a Sevilla (centro) me esperaba Fernando para tomar el desayuno. Mientras, Andrés fue con Carmen a casa de Enrique en busca de un saco de dormir y cuando volvió también traía consigo MI libro de Mafalda. Preparados y listos, sólo nos quedaba despedirnos de nuestros "parientes" que intentaban crear, de una manera nada convincente, algo de pena en nuestro interior. Por supuesto, no nos convencieron, aunque nos dio pena dejarlos allí en la calle Arroyo.



Eran las 13h y aún nos quedaban 1600km. Nada nos iba a hacer desesperar. El plan consistía en cambio de piloto cada 2h y escuchar con atención el grandioso CD que había grabado para tal ocasión. Comimos en Mérida y por la noche ya habíamos llegado a Burgos, ciudad por la que dimos varios rodeos antes de encontrar un camping que Fernando nos había buscado por internet. Estábamos cansados, pero me encantó el animador que había en la entrada del camping haciendo una coreografía con esa maravillosa canción de maayooseesaaaa, que terminó en conga, por supuesto. Razón por la cual me mantuve a salvo en el interior de la furgoneta.




Al día siguiente nos quedaba mucho recorrido, sin embargo el paisaje ayudaba mucho. Dejando atrás olivos, encinas y mucho secano atravesamos el País Vasco por un lugar de montañas mágico. Vimos San Sebastián de lejos, y estirando el cuello. Antes de salir de España decidimos repostar para evitar pagar más y allí estaba, repostando, un grupo de ingleses con los coches del Camel Trophic. Andrés se hizo colega y hasta le regalaron una pegatina (que quedó en la furgo para mi hermano).








Sin lugar a dudas la parte más emocionante del viaje fue el pase por la frontera, me hacen tanta gracia las fronteras...

Ya en Francia nos encontramos con plena operación paso del estrecho, pero con el estrecho ya "pasao". Coches cargados al máximo con toda la familia al completo, las áreas de servicio colmadas de gente y adelantamientos, muchos adelantamientos. Y también muy pocas indicaciones de distancia (hecho que me ponía muy nerviosa), sólo de dirección.






Cuando caía la noche sobre Angers el 31 de agosto, una volkswagen transporter hizo una triunfal entrada al canto de cocinero cocinero de Antonio Molina, nada glamuroso, pero divertido. La localización de la residencia no fue difícil y cuando llegamos deseé besarle los pies a Andrés. Si hubiera tenido que cargar todo desde la entrada, atravesar el jardín y subir hasta el segundo piso, ahora mismo no estaría escribiendo esto. ¡¡¡Gracias Andrés!!!







El cuarto me pareció horrible, más bien una habitación de hospital que de residencia universitaria, pero con el tiempo he sabido solucionar el problema con éxito.


Ahora os abandono porque el sueño y el hambre me invaden y mañana vuelvo a las obligaciones.

Buenas noches.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿eramus ahora?


Algo que puede que no todos sepáis es que me encuentro en Angers (no en Sevilla). Es una ciudad mediana (150.000habt) situada en Francia a unos 300km al oeste de París. Pero no me voy a centrar en esta entrada en la ciudad, ya os la daré a conocer en otra.

La cuestión es que el curso pasado me matriculé de todas las asignaturas que me quedaban para terminar la carrera y convertirme por fin en médico. Sin embargo, cuando se abrió el plazo de solicitud de Erasmus algo se retorció en mi interior: voy a terminar la carrera y no me he ido de Erasmus. Pensé que era imperdonable, que cuando tuviera 55 años y llevara casi 30 años en el hospital desearía volver en el tiempo y decirle a esa joven (que bien suena) que no tuviera prisa por terminar, que le quedaban muchos años de duro trabajo, que aprovechara la oportunidad, que dejara a un lado el miedo y que se lanzara a la aventura. Así que le eché cuenta a mis pensamientos y, tras hablar con mis "consejeros", me decidí, la solicité y obtuve una plaza.

Tras unos meses de incertidumbre por las convalidaciones, por el importe de la beca, por los millones de trámites que tuve que realizar, por fin todo estuvo listo para mi partida. Me despedí de la gente "en entregas" y de algunos ni me despedí; es lo que tiene Sevilla en agosto, escasez de personas.

El 31 de agosto cambió la vida de Amelie Poulin cuando encontró una pequeña caja a modo de tesoro escondida tras un azulejo. Ese mismo día, unas horas (y 11 años) más tarde lo hizo la mía, cuando en compañía de mi amigo Andrés llegué a Angers, invadida por la curiosidad, los nervios y el miedo.

Debo reconocer que la primera noche estaba perdida, no creía que pudiera comprender nada, la residencia me parecía un hospital, con esas paredes de color verde quirófano y en definitiva, tenía miedo. Miedo a lo que me esperaba, miedo a haberme equivocado, miedo a perder lo que quedaba atrás en Sevilla. Pero las decisiones tomadas sólo tienen un sentido y si no nos sirven para disfrutar lo harán al menos para aprender.

Sin apenas darme cuenta ese miedo se esfumó. Me quedé sola, exploré la ciudad, hablé con los pocos estudiantes que habían llegado a la residencia y cuando me quise dar cuenta había olvidado que alguna vez pensé que no me iría bien.

Ahora sencillamente intento hacer un día a día normal, aunque mis anécdotas y mi destreza con la bici me lo impidan, y poder compartirlas con aquellos que quieran, es decir, contigo que estás leyendo esto.

MI BLOG


Nadie pensaría que una persona como yo, que "ama" profundamente las nuevas tecnologías, terminaría creando un blog. La razón por la que esto ha ocurrido es por la necesidad que tengo de contar todas mis aventuras durante mi estancia Erasmus, comprendiendo que un blog resulta un método más cómodo tanto para mí como para aquellos que no quieren tener la bandeja de entrada llena de mis mensajes. Al mismo tiempo esto permite que me hagáis comentarios como los que ya me habéis hecho vía mail.

El nombre... sencillamente ha surgido. Estaba mirando al infinito a través de la ventana de mi habitación pensando en un nombre original mientras las BSO de Juno sonaba en mi ordenador, nada, totalmente en blanco. Mi cerebro no tenía ganas de trabajar más, después de estar toda la mañana pensando en francés en el hospital. Entonces he girado la vista y, sobre la mesita de noche, allí estaba, una recopilación de todo lo publicado de Mafalda, préstamo de mi amigo Enrique. En ese momento he recordado que no hace mucho él creó un blog cuyo nombre había sacado de un libro que yo le había prestado. Entonces, mirando el libro, he pensado que me siento aquí feliz, como en paz, haciendo algo que siempre había querido hacer y que solamente podría ser entendida por una Mafalda que habitara en un mundo donde no existiera la sopa.

Espero que quien ose a leer este blog disfrute tanto con su lectura como yo pretendo hacerlo con la escritura.