miércoles, 24 de febrero de 2010

Juli

La llegada a Puno fue apresurada, recogimos nuestras cosas lo más rápido posible y nos dirigimos a la terminal donde tomamos un colectivo a Juli. El viaje resultó incómodo y a mi juicio peligroso. Los colectivos son unas furgonetas con asientos donde caben sentadas unas15 personas aproximadamente y a veces se mete alguien de pie. Desde dentro puede olerse cada partícula que desprende el motor, lo cual me obligaba a abrir la ventanilla. La manera de conducir un colectivo es muy característica, la precaución creo que no es una prioridad, sino más bien la velocidad. Tú conduces a toda leche y si hay un peligro en la carretera (animal, persona o auto) en vez de reducir la velocidad te limitas a tocar el claxon como un condenado. La primera vez que lo oyes te asustas porque se toca en modo "que nos chocamos, que nos chocamos, que nos chocamos" pero con el tiempo ya no te asustas, sólo te duele la cabeza.

Tras una hora y medio de camino llegamos Juli, allá nos esperaba, si no recuerdo mal, la madre de la novia del hermano de Andrés. Muy simpática la señora nos había reservado un hostel allá. El pueblo me parecía muy español, son su plaza, su iglesia y sus casas grandotas alrededor, podría haber asegurado que me encontraba en cualquier pueblo de Extremadura en plenas fiestas.

Nos acomodamos y entonces vino un momento importante en mi vida, mucho más que mi propio nacimiento......... mi primer pollo a la brasa. Llevaba tiempo queriendo comer este plato que peruanos me aseguraban que estaba exquisito. Acompañado por una inca-kola degusté aquel bicho y, juzgando mi paladar poco exquisito, no logré distinguirlo de un pollo asado.

Rellenos de pollo nos dirigimos a la plaza donde se acumulaba la gente bailando y bebiendo alrededor de una fogata. Me encantaba, se veía a la gente disfrutar de verdad. El frío nos retaba pero nos tomamos un ponche calentito y a los pocos minutos estábamos bailando. La música fue variada y yo le eché mucha pero mucha cara y bailé salsa, merengue y no sé qué más. Me dejaba llevar por Gustavo y Andrés confiando en que ellos sí sabrían bailar aquello.

La cerveza Trujillo corría y gratis. Bailé también una especie de baile regional. Todos cogidos de la mano hacían un círculo y se empezaba a bailar hacia un lado haciendo un poco en cogito. Luego se cambiaba el sentido, se separaban las manos, las mujeres hacían zigzag entre los hombre, luego les tocaba a ellos.... y se iba cambiando de baile. Resultaba entretenido y agotador. A veces nos dirigíamos al centro entonces alguien gritaba "¿quiénes somos?" y todos respondían "juveniles", "¿cuántos somos?" "19", "¿cuántos cumplimos?" "56" y al final se acababa con "juveniles ras ras ras" o algo así. A mí eso de bailar y gritar me encantaba.

La hoguera calentaba sobre todo cuando salieron unos jóvenes con un sofá a lo tipo "friends" y ante mi sospecha lo arrojaron al fuego, era como las fallas del hogar. Con el tiempo el frío y la lluvia le ganaron la batalla a la pobre hoguera que no era más que una mezcla de brasas y alambres a modo esqueleto del sofá. Sentía el frío muy en mi interior, dentro de los huesos, en toda la médula ósea, así que fue el momento de retirarse, tras una buena noche de juerga.

A la mañana siguiente decidimos visitar el pueblo. A Juli la llaman la pequeña Roma de Perú porque aunque es bien chiquito tiene 4 iglesias en forma de cruz. Nos decidimos a visitarlas no sin antes tomarnos un delicioso desayuno en el mercado. Mientras estábamos allá la señora del puesto de jugos empezó a contarnos historias del lugar como la del quitagrasa. No es un producto de limpieza sino un ser extraño o seres que roban la grasa a las personas a través de una aguja tan fina que no deja señal. La gente empieza a encontrarse mal pero no sabe lo que le pasa, entonces si van a un curandero éste mira la orina y ve si hay o no grasa y tras darle no sé qué productos puede curarlo. A mí la historia me recordó un poco al club de la lucha, pero no lograba distinguir si era una historia mítica o si se trataba de una panda de asaltadores que luego vendían la grasa para..... ¿hacer jabón? De cualquier manera no me atemoricé mucho, estaba disfrutando con mi adorado jugo de papaya.

La visita a las iglesias fue rápida, aunque Gustavo parecía más japonés que yo. Le hicimos fotos a animales que nos encontramos por el pueblo como ovejitas y cerditos frente a la atónita mirada de sus cuidadores. Tras eso nos volvimos a subir a otro solectivo para dirigirnos a la frontera con Bolivia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Assssuucarrr!! Por fin bailaste otra vez...jijiji..Sabía yo q te arrancabas de nuevo.Pa mi cumple bailecito,ok? Así q entrena con los morochitos!!

Alba dijo...

morochito???? que coño es eso????

Anónimo dijo...

morenitos, sino preguntale a Marta, ella tb lo sabe...jijijij.Un besazo!!

lobobailon dijo...

Las fallas del hogar en el corte inglés. Tenías que haber cogido el sofá para traerlo a nuestra terraza, que ya nos encargamos nosotros de darle buen uso