miércoles, 24 de febrero de 2010

Copacabana

No es Copacabana la conocida ciudad de Brasil, sino un pequeño pueblo situado en el Titakaka de orillas bolivianas.

La primera vez que he cruzado una frontera andando. Me sellaron mi pasaporte y ea, a subir la cuesta y entrar en Bolivia andando. No me hicieron ningún registro, podría haber llevado armas de destrucción masiva, pero no se dignaron a comprobar nada. Tomamos otro colectivo, que estaba lleno de pegatinas con mensajes religiosos del tipo "sólo Dios puede guiarte en tu camino, deja las drogas" y similares.

Al llegar a Copacabana busqué el hotel que me había dicho Enrique: Hotel Elenita, al final de la calle principal a la derecha. No sé por qué pero cuando iba andando hacia allá me parecía que era como yo lo había imaginado. Lo encontré fácilmente y aunque el dueño era un poco soso, sus hijos eran supersimpáticos y estuvieron haciendo guerra de agua con nosotros.

Lucía y Andrés intentaban ver mil ciudades en un día y discutían posibles trayectos y buses y aquello me empezaba a parecer una película de los hermanos Marx. Gustavo se volvía a Perú, pero para el recuerdo hizo billones de fotos. Tras la comida fuimos a despedirlos pero nuestra sorpresa fue que le habían dicho mal la hora. Lo tomamos con filosofía: trago de paceña en la playita mirando el Titikaka y el sol bajando sobre las aguas.

Tras la partida de mis limeños me quedé solita. Visité la catedral y a la archifamosa Virgen de Copacabana, reservé hostal en La Paz para el día siguiente y me compré mi tour a la isla del Sol. Aunque era viernes no había mucho movimiento, parecía que todo el mundo se hubiese esfumado. Creo que Copacabana es una ciudad de paso solamente. Cuando desembarcan las lanchas de las islas hay miles de personas por las calles pero luego todo queda en una relativa calma porque estábamos en carnaval.

Noté una gran diferencia, mucho mayor de la esperada, entre la forma de ser de los peruanos y bolivianos. Estos últimos son mucho más reservados, no sé si tímidos, pero hasta un punto que a veces me pareció malaeducación. No quise pensar que fuera ésta porque no puedo criticar una cultura desde otra, pero al hablar a la gente en las tiendas o en el mercado no siempre te responden. Si lo hacen, su tono es bajo y probablemente no te miren a la cara y ni pienses que te van a sonreir o decir una palabra de sobra. Me chocó muchísimo, pero seguro que ellos pensarían que yo era una cotorra gritona.

La cena fue superromántica, conmigo misma en un lugar construido con totoras. Menú por 1.5€ Después de haber pasado unos días tan bien acompañada creo que fue la primera vez del viaje que me sentí sola.

La noche fue una verdadera película de terror. El hostel era como en las películas de Hollywood, de los que tienen un pasillo exterior al que dan las ventanas y puertas de las habitaciones. Cuando ya estaba en la cama empezó una tormenta enorme. Oía el viento silbar a través de las ventanas y la puerta y veía la claridad a través de las cortinas. Pensaba que en cualquier momento aparecería una sombra al otro lado de los cristales y entonces éstos se romperían.... qué miedo!!! Encontré la solución perfecta contra el pánico: introduje mi cabeza en el saco de dormir y lo cerré entero. Hecha una auténtica oruga caí en un sueño profundo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uuuuuhhhh que mieo...yo quiero mi regalo ya , quiero mi regalo ya...no puedo esperar a mi cumple!!

lobobailon dijo...

Como nosotros sí somos de la misma cultura, sí podemos decir que eres una cotorra gritona, jajajaja.
Lo del saco de dormir es como el monólogo de que no te va a pasar nada si te metes debajo de las sábanas, porque son antibalas y anticuchillos y antitormentas :-ppp

Alba dijo...

Mi saco de dormir es mu gurno que me lo ha dejao mi hermano, el que te he dejado no es antibalas, ten cuidado