sábado, 27 de febrero de 2010

La Paz 1

La cosa no empezó muy bien en Bolivia. En la agencia me habían asegurado, como a otros viajeros, que el bus llegaba a la terminal, sin embargo nos dejó en el cementerio. Éste ni siquiera salía en el mapa y la colombiana me aseguraba que era una zona peligrosa. Yo sabía que no era muy recomendable tomar sola un taxi así que busqué quién se me uniera. Los dos franceses no tenían reserva de hostel, como yo tenía les pareció bien probar a venirse conmigo a ver si había alguna habitación libre. El taxista nos aseguró saber dónde era, pero luego nos dejó en otro sitio, no muy alejado, pero bueno. La sorpresa mayúscula fue cuando, tras caminar hasta el hostel, llego y me dice la señora que no hay sitio. Yo le dije que había llamado y que había hecho una reserva, que me habían asegurado que había sitio. Su respuesta fue que me había dicho que sí porque pensaba que se iría alguien pero no había sido así. Sentí cómo me encendía, estaba en medio de La Paz, sin albergue, a las tantas de la noche porque, todo hay que decirlo, el bus había llegado más tarde. Afortunadamente estaban Anne y su hermano conmigo. Buscamos en la guía y encontramos un hostel no muy lejos de allí.

Al llegar me dio la típica sensación de albergue juvenil europeo, lleno de guiris, pero tenía buena pinta. Nos dieron una habitación compartida, estábamos los tres y Neal, un inglés de Bristol que se merecería una sola entrada del bolg. Era un auténtico pintas, rubio despeinado, canijo.... a aquellos que hayan visto Notting Hill podría decirles que es como el amigo colgado de Hugh Grant: Spike. Creo que su personalidad había sido totalmente moldeada por las drogas. Tenía muy buen rollo y estuve hablando con él. Aunque se me colapsaba el cerebro cambiando de inglés a español. Nos hizo hacer algo así como un pacto: él levanto los brazos y dijo "promise don't steal each other" entonces cada uno fuimos levantando los brazos y diciendo "promise" "promise".... la verdad es que robar no podría robar porque tampoco sé muy bien si sabía dónde tenía la cabeza. Esa noche nos fuimos temprano a la cama y Neal apareció a no sé qué hora no sé si a cuatro patas o reptando.

Al día siguiente me fui a desayunar a una tienda-bar cerca del hostel donde vendían todo de productos naturales. Estando ya sentada y comiendo me di cuenta que no era música lo que sonaba sino la biblia, no era una misa, sino una lectura aleccionadora. Me horrorizó bastante pero mi yogur natural me dio fuerzas para soportarlo. Era como si la señorita Rotelmeyer (o como se escriba) estuviera riñéndole a Heidi.

Por la mañana nos fuimos los tres al mercado o feria del Alto. Éste es un barrio periférico que forma ya una ciudad, está formado principalmente por los inmigrantes que vienen a La Paz y se sitúan allá porque, además de ser el extrarradio, es la zona donde las condiciones son más duras, ya que se sitúa aproximadamente a unos 4000 metros de altitus. Aquello era como un (para los sevillanos) mercadillo del Charco de la Pava pero a lo bestia. Había de todo y cuando digo de todo es de todo: comida preparada o no, ropa, segunda mano, robado, chatarra, tabaco de contrabando, muebles, animales, pócimas maravillosas, cuadernos de David Bisbal, DVD contra el divorcio o con las mejores canciones de Miliki, pesos donde pesarte o señoras que medían la presión arterial en plena calle.... un auténtico espectáculo que no acababa nunca. Tras pasear durante horas, ya un poco cansados, nos fuimos a comer y de allá a la lucha de las cholitas.

Las cholitas, para quien no lo sepa, son las típicas mujeres con faldas, trenzas, mantones y sombrerito; pues bien hacen lucha libre en el Alto. Como cuando llegamos aún quedaba rato seguimos paseando por otros mercados adyacentes. Encontré las famosas llamas y las fotografié aunque no me acerqué a ver si había fetos. Las señoras me miraban con muy mala cara y en cuanto sacaba la cámara la gente me miraba mal y se apartaba. Haciendo una foto al horizonte un hombre me dijo "como me saque en la foto me tienes que dar 10$" Yo le dije que no se preocupara, que no pensaba sacarlo, que era el paisaje y no él lo que quería. Me sentí muy rechazada en mi paseo, así que volvimos a hacer cola para el espectáculo.

En la cola pudimos hablar con bolivianos que nos explicaron un poco cómo iba y nos dijeron que la entrada era de 15 bolivianos. Mi sorpresa fue que cuando llegué a la taquilla me dijeron que era 50. Yo protesté y dije que sabía que ese no era el precio. Me explicaron que para extranjeros tenían una tarifa especial que incluía snack, baños y asiento junto al ring. Le dije que yo no quería eso, que quería entarme en las gradas como los bolivianos y que no quería ni snack ni baño. Entonces me explicaron que por ser extranjera sólo podía acceder a ese y si no nada. Volví a enfadarme como el día anterior, quería ver las cholitas y entonces pasé por el aro, aunque le dejé bien clara mi indignación a la señora. Los bolivianos que estaban junto a mí dijeron que era abusivo, que no tenían vergüenza, pero con su pocavergüenza me cobraron la entrada. Al final terminé sentada con los autóctonos porque, aunque los asientos eran incómodos, la lucha se apreciaba mejor desde lo lejos y alto.

El combate empezó con una especie de luchadores americanos patéticos, los golpes se veían supertrucados y el teatro muy forzado. Por fin llegaron las cholitas y su lucha realmente sí llenaba. Son mujeres que parecen dulces, vestidas tradicionalmente y de pronto se empiezan a pegar y casi matarse, todo un espectáculo para los niños que estaban allí. Durante el combate me fijé cómo los vendedores ponían el doble de precio a los turistas que los autóctonos y cómo los niños tras varias luchas empezaban a luchar entre ellos. Divertido para los mayores no recomendable para menores.

A la salida tuvimos que hablar con unos buses para que nos acercaran porque no había colectivo directo y de los taxis pasábamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El fenómeno turístico llega a todas partes maja....

lobobailon dijo...

Además tú no tienes mucha pinta de boliviana, por lo que te van a timar lo más grande!