martes, 23 de febrero de 2010

Titikaka 1

Ha sido sin dudarlo una de las grandes experiencias del viaje. Salimos en un barquito turístico y mientras nos alejábamos de la costa el guía nos explicaba la historia del lago y de las islas flotantes a las cuales nos dirigíamos. Cuando terminó nos dejó salir a cubierta a tomar foto bellísimas.

Navegábamos entre juncos de totoras y nos cruzábamos con señores que, ante mi sorpresa, remaban en su pequeña barca de pie. De pronto llegamos a un lugar que parecía de cuento, también tomado por el turismo, pero de cuento. Islas construidas con totora (una especie de junco que usan para todo). Nos dirigimos a una de ellas donde nos esperaban las señoras cantando una canción, creo recordar que en aymara. Descendimos a la isla y allí nos dieron una explicación de cómo las hacían: en realidad la base es de tierra transportada por ellos mismos y están ancladas al fondo, ya que en esa parte no es demasiado profundo. Nos explicaron se estilo de vida, nos enseñaron sus casas y hasta nos dieron a comer totora, que por cierto no sabe a nada. Me impresionó ver placas solares en las casas de totora.

Nos despidieron cantando en aymara, quechua y español mientras nos alejábamos en un barco construido enteramente de... totora. En la parte delantera dos cabezas de puma donde se colocan los remeros. Tuve la poca vergüenza de preguntar si podía remar y me dejaron. Se reían mucho porque lo hacía fatal, pero lo justo para la foto.

De allí nos dirigimos en barco a Amantaní, una de las islas más grandes del lago en el lado peruano. Por el camino hice amigos: Lucía, Andrés y Gustavo tres limeños de viaje y Kasan ¿se escribe así? un turco muy simpático. Desde el principio tuvimos buena química, así que permanecimos unidos todo el viaje y más allá.

Al llegar nos esperaban las familias. Nos dividimos y nos dirigimos a nuestra nueva casa. Yo me fui junto con Gustavo a casa de una señora que se llamaba Reina. Subimos por la colina, atravesamos los cultivos y llegamos a una casa humilde pero acogedora. En la parte superior habían habilitado habitaciones para extranjeros. Nos preparó una sopa de quinua y de segundo papa.

Por la tarde nos dirigimos a las montañas: Pachamama y Pachatata. La caminata resultaba difícil porque el aire no hacía nada en mis pulmones. Paraba para hacer fotos, disimulando que me ahogaba. Una vez arriba entre los dos cerros el guía prosiguió con la explicación. Había que subir sólo a uno (bueno quizás hubiese algún valiente). Nosotros subimos a Pachamama porque era más alta y las vistas mejores. Una vez arriba era alucinante. Los colores eran como de cuento, de nuevo, lo sé, pero es cierto. A la bajada nos pilló la noche y se hizo un poco difícil caminar sin ver dónde ponías el pie.

La cena fue lo mismo que el almuerzo: sopa y papa. Me pareció extraño comer lo mismo y me di cuenta que hay gente que come siempre lo igual. Es una sensación difícil de explicar a través de internet, pero cuando estás en una pequeña casa que huele al humo de la cocina comiendo lo mismo te paras a pensar sobre tu vida. Ellos nos daban lo mejor que tenían y además estaba muy bueno. Tras la cena vino la parte divertida ya que nos sacaron ropa típica y nos vistieron con las polleras (faldas), camisas y pañuelos. Justo cuando estábamos vestidos empezó a llover más y más fuerte hasta que las gotas se trasformaron en granizo. Sonaba como si la casa se fuese a derrumbar y se fue la luz. Estuvimos esperando a que escampara y mientras nos dedicamos a hacernos fotos que ya subiré.

Finalmente escampó y nos fuimos a la fiesta. Nos dijeron que era "ahí no más" pero aquello fue casi el camino de Santiago. Imaginaos, pantalón y zapato de montaña, encima pollera, chubasquero para la lluvia y frontal para ver. Era Miss Amantaní 2010. Todo eso pasando entre charcos, lodo e intentando no meter ni el pie en uno de ellos ni estropear la plantación de papas de los laterales. Tras un gran recorrido en el que fui asustada por un señor que salió de la nada y llegando mi grito a la orilla boliviana llegamos a la fiesta. Por un extraño motivo mucha gente se quedó en su casa y sólo fuimos 8, 4 de los cuales eran peruanos y 1 española. Bailé con pollera y me reí harto. Cansa mucho eso de mover la pollera,madre. Tras varios bailes estaba exhausta y dado que el ambiente no llegó a ser festivo decidimos retirarnos. La vuelta fue, si cabe, aún peor, una auténtica odisea. Yo estaba consiguiendo tener mis zapatos relativamente secos pero un trozo de hierba que parecía firme me traicionó, en relidad se trataba de un charco con hierba. Calada hasta los tobillos y riéndome por la situación llegué a la casa a descansar donde pensé que este día había sido uno de los que difícilmente se olvidan.

2 comentarios:

lobobailon dijo...

Cansa mucho estar con la pollera???
Pues imagínate con la p...
jajajaja

Anónimo dijo...

jajaja...la pollerita larguita...Que estabas mu wapa por cierto con el traje tipico.1besoooo