domingo, 14 de marzo de 2010

De Potosí a Sucre

El día amaneció soleado, así que tras mi desayuno di una vuelta por la ciudad y decidí pararme en una plaza a vegetar en un banco bajo el sol. Cuando empecé a saentir que mi sangre ebullía decidí retirarme y paseando llegué al convento de San Francisco. Entré. Lo más curioso no era otra cosa que las maravillosas vistas de Potosí que hay desde su tejado, el cual se puede visitar y las pequeñas terrazas que en él se encuentran. El resto de la visita lo conformaban unas criptas de poco interés, una iglesia muy recargada al estilo barroco donde se encontraba el Cristo de la Veracruz considerado un milagro. Esto se debe a que, según cuentan, antes de la fundación de Potosí este cristo aparecío en las costas de Veracruz con la inscripción "para la ciudad de Potosí", además tiene rasgos indígenas y pelo naturas que los franciscanos tienen que cortar todos los meses porque crece. Yo para variar sigo sin creer en los milagros. La parte más interesante de la visita, para mi gusto, fue cuando explicó que Antonio José de Sucre (primer presidente de Bolivia ya que su amigo Bolívar le delegó el cargo) estudió la actividad de las diferentes órdenes religiosas en el país y expulsó a aquellas que no tenían servicio a la comunidad. Los conventos e iglesias fueron transformados en colegios, hospitales, teatros... para el beneficio de todos. Grande Sucre, grande.

Tras mi última visita turística en Potosí me dirigí a la estación de buses que parecía una estación espacial, sobre todo comparada con el resto de la ciudad. El camino estaba asfaltado y el bus era cómodo. Ya pensaba que todo sería perfecto en este viaje cuando PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!!!!! El conductor tocó el claxon como si fuese el fin del mundo. Mi compañera de asiento y yo nos sobresaltamos. El problema empezó ahí. Cada vez que iba a adelantar, había un peatón en la carretera o se le cruzaba una mosca el señor conductor apretaba con todas sus fuerzas el claxon hasta que nos reventaba el tímpano y nos producía una taquicardia. Intenté dormir, pero no pude; intenté leer sin lanzar el libro con los pitidos, pero no pude; respiré hondo, observé el paisaje e intenté, inútilmente, hacer oídos sordos.

A mi llegada al Amigo la reserva seguía vigente, bien!!! Salí a pasear por aquella ciudad blanca que me parecía un pueblo andaluz a lo grande con sus casas bajas blanqueadas, su plazoleta con palmeritas, abuelos en los bancoa y una iglesia blanca, por supuesto. Además en la iglesia de la Merced encontré la típica mari de pueblo en chandal... qué bueno!!

Al llegar a la plaza 25 de mayo, que es la principal, me di cuenta que estaba en la ciudad más rica de Bolivia: calles asfaltadas y con aceras, limpias, con papeleras, jardines cuidados y paso de peatones con silbido que los coches respetaban. Se nota que es una ciudad bastante burguesa, al fin y al cabo fueron los adinerados de las minas quienes se vinieron de Potosí debido a que Sucre tenía mejor clima.

Pasando por calles que me hacían sentir como en casa visité varias iglesias, el hospital de Santa Bárbara y el teatro llegando finalmente al parque Bolívar. Es fácil encontrarlo aunque seas ciego, miles de niños corren, juegan y sobre todo, gritan. Una verdadera alegría para el cuerpo. Siguiendo el consejo de la guía busqué el puesto de Sandra y me compré un cono de helado de coco, uhm,!!! realmente delicioso. Paseé tranquilamente por el parque, bajo el solecito, con mi helado. Después de ver tanto tiempo a niños pidiendo y trabajando resulta realmente satisfactorio ver montones de niños sin otra preocupación que la de ser niño y como dice Galeano "como juega el niño sin saber que juega".
En el parque también había parejitas en plena muestra de amor y grupos de jóvenes en el césped con "La fiesta pagana de Mago de Oz" como fondo musical. Incluso encontré al Barney de Sucre, que hacía como el que leía interesantemente mientras observaba sobre su libro... el paisaje. Al pasar a su lado se levantó accidentamente, creo que realmente debe ser una buena técnica, pero yo me reí. Además de todo este espectáculo había una especie de Tour Eiffel donde los niños trepaban, había tirolinas, carruseles, norias, coches, bicicletas.... e inevitablemente gente pidiendo.
Seguí la técnica de Barney y me puse a leer en un banco. Sorprendentemente descubrí que el vestido de las cholitas no es más que una imitación de la vestimenta de las andaluzas que acá vinieron. Yo sabía que el sombrero, aunque característico, no es original, sino una venta de una superproducción que hicieron los ingleses. La pollera (falda) es una imitación de las que vestían las españolas acá. Tras la independencia las cholitas usaron a modo de rebelión una ropa hasta entonces prohibida para ellas. Anteriormente sus faldas eran largas y sin vuelo. Además el mantón que visten es también copia de los mantones de Manila portado por las ricas de entonces. Quedé sorprendida al ver que algo que pensé que era tan original no es más que una extraña mezcla de otras culturas que con el tiempo a terminado siendo una propia.

De vuelta al hostel hablé con Barry (uno de mis compis de habitación) y otras tantas francesas por si se animaban a venir a un concierto, pero las unas estaban cansadas y la finalidad del otro era beber y ya después vería. Con tales compañeros me fui a cenar sola y tras eso al concierto. El ambiente del bar era muy bueno, mucha gente y happy hour (2 caipirinhas x 1= 1.4€, aunque ni de coña eran como las de Kadó) Encontré allí a las holandesas que habían estado conmigo en la isla de Tamaní en el Titikaka y me uní a ellas. Empezó el concierto y tuve la extraña sensación de estar en Tomares, un patio con unos chavales tocando, muchos emocionaos, un naranjo y un jazmín, era inevitable. Mis amigas volvieron a decepcionarme como días atrás y a las 23h se fueron a la cama. Quedé sola con mi caipirinha y bailando hasta que se me acercó un australiano y nos pusimos a hablar. Al rato ya me había unido al grupo, dos australianos y dos austriacos. La austriaca me sonaba muchísimo, aunque evidentemente no lo conocía. Tras algunas canciones caí en que era 90% parecida a Robin Scherbatsky (tuve que buscar el apellido, uf). Me resultó curioso porque días a trás me pasó algo parecido con un chileno en la isla del Sol y tras un tiempo me di cuenta que era igual al negro de "Malviviendo". Puede que sea cierto eso de que cada uno tenemos por ahí a un doble así que me voy a buscar al doble de Jacky Ido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo tuyo en el Kadó son los colacaos Alba, no nos engañes...Si encuentras a mi doble, hazle foto (no vale una peruana hiperchica por hacer la gracias) ;P bsotesss