lunes, 15 de marzo de 2010

Sucre day

Desayuno en la gran cocina del albergue con muy poca mantequilla para mi tostada y muchos franceses. Hablando unos de ellos me conocían "ah tú eras la que no te habían guardado la reserva en la Casona y estabas enfadada con el hombre" me dijeron (pero en francés). Me resultó un tanto incómodo que me conocieran de ese momento. Estuvimos hablando sobre rutas de trekking que podían hacerse alrededor de Sucre, donde podían visitarse un volcán y unas lagunas. Quedamos en buscar rutas y escribirnos, ya que ellos abandonaban el albergue. Después descubrí que hacerlas en esta temporada era una verdadera locura ya que las lluvias hacen el camino muy peligroso. Así se quejaban las francesas de que aquello había sido un desastre. No está mal informarse antes de meterse con un guía loco en el monte empapado y desastrado.

Salí de paseo con Barry y la canadiense. Él estaba totalmente demacrado después de la noche y le enseñé una palabra que me dijo que necesitaba conocer porque la iba a usar mucho: resaca. Nos dirigimos al mercado, donde dejamos al resacoso. Nosotras, como teníamos ganas de conocer algo más, nos dirigimos calle arriba bajo el sol hasta el Monasterio de la Recoleta. CALOR. Desde allá había buenas vistas de la ciudad y una brisa que refrescaba nuestros cuerpos. Permanecimos allá un tiempo hablando y haciendo fotos. Yo decidí no volver a ese lugar porque estaba muy lejos a pesar de que en la guía recomendaba visitarlo por dentro, pero bastante monasterio había visto yo ya.

De regreso volvimos a pasar por el mercado y compramos para el almuerzo. Comprobé que en Bolivia es más barato comer en la calle que comprarte la comida y hacerla tú mismo. Sin embargo, la gran ensalada acompañada de dos huevos fritos y de postre una sandía me hicieron realmente feliz, sí lo sé, qué fácil hacerme feliz. El momento de degustar la sandía, fresca y dulce, con el calor del ambiente mirando el patio a través de la ventana de la cocina.... realmente maravilloso. Y para culminar.... una siesta.

Cuando me deperté despedí a la canadiense y su lugar fue ocupado por otro francés. Nos fuimos de excursión al supermercado porque queríamos ver como era uno aquí en Bolivia, de momento el único que he visitado. La moraleja es que es muy caro el supermercado, comparado con España es barato, pero teniendo en cuenta el nivel de vida de acá resulta realmente caro. De hecho hay productos como el atún, chocolate o queso que tienen los mismos precios que allá o incluso más caros (aquellos de importación).

Tras la cena me fui un rato a internet y estando allá unas chicas intentaron llevarse mi mochila sin permiso. Se acercaron a mi silla y yo que soy muy simpática les pregunté "¿qué estáis viendo las fotos?" Entonces tuvieron una reacción rara que me olió a chamusquina. Yo tenía la mochila junto a mi pierna ya que tenía un pequeño problema de espacio con mis piernas y la mesa del ordenador. Entonces les dije que qué querían y me miraron sin decir nada y dije ok, cogí m mochila y le estrujé entre mis piernas y la mesa, entonces se fueron. Me dio pena porque eran pequeñas, quizás no lo consiguieon porque sólo eran aprendices, pero aún tenían edad para jugar. La situación me entristeció y enfureció a la vez y algo indignada me fui a dormir.

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