lunes, 15 de marzo de 2010

Sucre a fondo

Con el mapa por delante decidí visitar todos los numeritos que indicaban "interés turístico". En la plaza de 25 de mayo unos stands recordaban que era el día de la mujer y repartían información sobre diversos temas, a mi jucio tenían poca concurrencia y los quitaron demasiado pronto.

La mayoría de las iglesias y la catedral estabam cerradas. Seguía teniendo la extraña sensación de pasear por un pueblo andaluz excepto por las extrañas miradas que me dedicaban los otros viandantes. Eran una mezcla como de desconfianza o rechazo. Hombres y mujeres me miraban de arriba a abajo, a veces me hubiera gustado saber qué pensaban; otras me enteraba porque creyendo que yo era gringa hablaban en español de mí y yo me enteraba de todito... jijiji.

Llegué a la Facultad de Derecho San Francisco. El edificio merecía la visita. Un gran patio central con las aulas alrededor, estudiantes tan jóvenes que hicieron que me brotaran arrugas, clases sencillas y una biblioteca con mesas nada cómodas. La gente me miraba sorprendida y yo caminaba como por mi casa, hasta me metí en una clase, pero sólo había chicas hablando, nada de profesor. Después entré como en el rectorado, cuando ví las colas de secretaría recordé viejos tiempos y me temblaron las piernas.

De allí me dirigí al cementerio. La parte principal era mucho más llamativa que la de La Paz, con grandes mausoleos que indicaban que aquella es tierra de dinero. En la avenida central hay algo que me pareció muy sobrecogedor: en los bancos situados a lo largo de la misma hay sentados ciegos con un gran crucifijo al cuello que por unos pesos rezan al muerto, de carrerilla y meneándose hacia alante y atrás con sus ciegos ojos colocados en el infinito. Si hubiese visto esa misma imagen un día que no fuese soleado o en la noche habría salido corriendo del pánico.
El resto del cemnterio carecía de interés aunque la estética era bastante más cuidada que en el de La Paz.

Tras la comida visité el museo de telas donde te explicaban la diferencia del bordado según la antigüedad, el origen étnico e incluso el sexo de la persona que lo realizaba. Era muy curioso aunque al final era un poco cansado leer todas las explicaciones y desgraciadamente no estaba permitiso hacer fotos incluso sin flash. A este museo le siguieron otros dos: el de arqueología y el colonial. Sentí que había llegado un momento en el que había visitado muchos museos y las cosas empezaban a repetirse. El museo etnográfico era exactamente igual que el de La Paz pero más pequeño.

Un poco cansada terminé la visita a la ciudad buscando las pequeñas plazas que venían en el mapa. Al terminar quise cenar algo pero ya era tarde para el horario boliviano y todo estaba cerrado, mi única solución eran los bares más turísticos. Entré en una pizzería llena de bolivianos y allá cené con tranquilidad hasta que una cholita mayor intentó venderme un ramo de manzanilla golpéndome con él. No entendí la estrategia de marketing, sólo me resultó bastante desagradable.

Muerta de sueño volví al hostel e hice tiempo leyendo a que mis compañeros terminaran sus deberes de español. Como el sueño podía conmigo me metí en el saco, pero lo malo que tenía ser la única que hablaba español en la habitación era que de pronto una voz en off preguntaba "puedes decirme si un plátano es lo mismo que una banana" (con acento gringo) y tú: siiiiiiiiiiiiii.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un platano es lo mismo que una banana Alba???jajaja...te veo con ganas de ver la organización educativa de la zona,jeje

Anónimo dijo...

Me han llegao unas postales desde el corazón de la aventura latina de la largui...^^ graciass preciosa, sabes que me encanta!!Ya veremos lo de mi cumple,ne pas problem.