miércoles, 10 de marzo de 2010

Potojsi

A primera hora de la mañana salí, con mis amigos los japoneses, hacia el Cerro Rico. Actualmente además de ser una atracción turística es una fuente podemos decir imprescindible de riqueza para el país. Apenas queda plata, parece que los españoles se la llevaron toda. Sigue habiendo estaño y zinc y a veces la naturalea da una sorpresita expulsando un poco de plata. Cuenta la leyenda que el inca Huayna Kápac conocía la riqueza del cerro y se dirigió a él en su búsqueda. Una vez dentro con sus hombres y habiendo encontrado plata las paredes rugieron anunciando que no era para ellos las riquezas sino para los que vendrían de más allá. Los incas salieron de allá y el monte pasó a llamarse "Potojsi" que viene a significar algo así como trueno.

Años más tarde, cuando los españoles ya andaban por el terreno, se cuenta que Diego Huallpa siguiendo a unas llamas perdidas entro en la mina. Para poder ver encendió fuego y, según la versión de la historia, vio que las paredes brillaban de plata o bien los hilos de plata derretida recorrían el suelo.

Sea cuál sea la verdadera historia, se sabe que la mina fue explotada desde tiempos de los incas y probablemente antes. Lo que sí hay que destacar es que con la llegada de los españoles y sus ansias de metales preciosos las extracciones aumentaron en cantidad. Llegaron a traer esclavos negros, que compraban a Portugal, Francia, Holanda o Inglaterra; pero los africanos, que no estaban acostumbrados a la altura, más los trabajos forzados de la mina morían en pocos meses. Tras la muerte de no sé sabe qué cantidad de africanos, los españoles decidieron utilizar autóctonos que eran más resistentes, aunque las condiciones de trabajo y el trato seguín siendo igual de horribles. Probablemente esclavizaran a todo aquel que fuera apto para el trabajo independiente de su profesión anterior, lanzando a la mina a científicos, artistas...

Para nosotros la mina tenía una visión diferente. Te dan todo el equipamiento necesario para no ensuciarte y cuando te "disfrazas" puedes hacerte fotos haciendo el tonto, como los japoneses. Una vez preparados os dirigís a la mina y antes de entrar el guía explica cómo es el trabajo dentro. Miguel, que era el que vino con nosotros, había trabajado allá unos años y ahora sólo entra como guía. A mí me sorprendió la cantidad de "sustancias" que se consumen en la mina. Por supuesto tenía entendido que es un trabajo duro, pero no entendía cómo podía llegar a ser si los mineros necesitan estar bebiendo singani, mascando coca y fumando. Probablemente sea una mezcla de necesidad y vicio, en mi opinión. Pregunté si había muchas muertes por silicosis, la respuesta me sorpresndió: la primera causa de muerte entre los mineros no es esta típica enfermedad de la mina, sino la cirrosis. Cuando me mostraron el singani lo comprendí, es un alcohol de 96º que se puede beber. Nos "sugirió" que le llevásemos regalos a los mineros porque, aunque se paga una comisión por entrar en la mina, acogen con gran alegría los presentes llevados por los turistas.

En la entrada de la mina había algunas mujeres que trabajan fuera, aunque también hay alguna que trabaja dentro, y algún minero que había terminado su turno y andaba algo borracho. "Chinoooooooosss" gritó y empezó a hablarles en lo que él consideraba que ers su idioma "ouaaaaannnn chuuuuuuuuuuuu niiiiiii chaaaaaaaaaa" Yo me partía y Miguel le decía que no les dijera que eran chinos, que se iban a ofender, pero como el tío tenía todo el arte (y muy pocos dientes) , los japoneses reían. Cuanto más lo hacían más se reía el otro..... hasta que nuestro guía decidió cortar aquel círculo de absurda diversión, no sin que antes mis amigos los japoneses se hicieran una foto con el, muy sonrientes, por supuesto.

También había algún niño por allá jugando, entre ellos Alex, que iba con una pistola de plástico diciéndo "manos arriba", yp levanté las manos y entonces me disparó ¡qué mamón! le dije que no se podía disparar así, le conté que podía ser peligroso porque creo que no era demasiado consciente. Pero la verdad que aunque me escuchó creo que no me hizo mucho caso.

Disafrazada y disparada entré en la mina.... "¿qué es ese ruido?" pensé..... "rápido, para fueraaa", joé qué susto!! Venían tres mozos hechos unos animalitos arrastrando un carrito por un rail. Pensé que aquella rueda podía ser cualquier cosa menos rueda, pero la fuerza de aquellos hombres la hacía rodar. Empecé a comprender la necesidad de la coca.

Tras el primer intento fallido nos volvimos a adentrar en la boca de la mina. Tenía que ir un poco agachada porque el techo era bajo, había además cables, tuberías y palos por todas partes. El suelo estaba mojado y era bastante irregular. Debía ir alumbrando con el frontal arriba y abajo, haciendo que el casco se balanceara a pesar de haberlo ajustado a lo máximo. A veces escuchábamos que venía el carro y había que buscar un hueco en el cual refugiarse para permitir su paso.

Durante unas 3 horas estuvimos recorriendo galerías, esquivando peligros, sabiendo que no existía ni salida ni protocolo de emergencia. Realmente allá se sigue trabajando como siglos atrás. Las técnicas no son muy modernas: picos, palas, poleas, carros que descarrilan fácilmente.... podría decirlo de un modo poético pero prefiero decir que es un trabajo de mierda. Si yo fuera minera desde luego mascaría coca hasta más no poder. En las zonas alejadas de la salida falta el oxígeno, hay poca luz y si no mantienes la tranquilidad puede llegar a ser realmente muy agobiante. Había además un pequeño museo en el que se explicaba el trabajo ayer y hoy. Por supuesto hicimos la visita "al Tio". Es una especie de figura de veneración, una mezcla de diablo con no sé qué. Los días de visita suelen ser los martes y viernes. Se le esparcen unas hojas de coca por encima y singani sobre éstas. Tras eso se enciende un cigarro y tras algunas caladas se le coloca en la boca y se observa cómo éste se consume. Ellos aseguran que "el Tío"fuma, pero a mí me da que es la corriente de aire que hay allí, yo como siempre tan incrédula.

Sin duda la peor parte de la visita fue cuando cambiamos de galería y tuvimos que pasar sobre tableros, el guía decía"tened cuidado que hay 50m de caída" tú mirabas hacia abajo y cruzabas hasta los dedos de los pies. Luego pasamos por huecos que te obligaban a ponerte en cuclillas y tras eso subida por rocas con barro y sólo podías agarrarte al barro de la pared. Recta final por una escalera hecha de palos y una vez en la otra galería. Su madre, Miguel muerto de risa y yo sin oxígeno para hablar. Sólo pude tomar aliento y decir "qué jodido"

Tras haber recorrido galerías, haber saludado a los mineros, haberles dado regalos a los diferentes grupos y haber hablado con ellos, por fin salimos a la luz. Fue como un parto, agachadita, por el pasillo hacia la luz y al salir pensé que había vuelto a nacer. Es el trabajo más horrible que he visto en mi vida. Los rostros sudados, cansados y precozmente envejecidos de los mineros hablan de un trabajo inhumano que es difícil creer que siga existiendo.

Como los japoneses habían comprado dinamita querían ver cómo explotaba. Miguel y el otro guía, José, prepararon los cartuchos. Tenían una mecha de unos 2 minutos así que cuando la hubieron encendido se la pasaron a los japoneses para que se hicieran fotos sonriendo y gritando. Yo hice un vídeo y pasé de coger aquello. Debo colgarlo en facebook.

Una vez todos contentos volvimos a la ciudad y alex se vino con nosotros en el bus, para él el de los turistas es su bus escolar, ya que la mina está lejos de la escuela pero él va todos los días. Bien por él.


La tarde la dediqué a ver la Casa de la Moneda. El edificio y su contenido resultaba bastante interesante, pero el guía resultó totalmente decepcionante. Yo había leído que la visita duraba 3h, sin embargo la hicimos en 1h30m. Él nos dijo que había muchos cuadros y monedas pero que no las iba a mostrar todas. Yo pensaba que ya que había pagado deberían enseñarme hasta las cañerías. Vimos algunos cuadros, monedas, aparatos de fabricación antiguos, fundición, museo natural, museo de plata y máquinas antiguas. Una ligera explicación bastaba y mientras intentábamos inmortalizar aquella maravilla el guía, apoyado en la pared, bostezaba. Cuando volvía a este mundo nos sacaba corriendo de allí para ir a otra sala. Qué estrés de hombre. Me hizo tan infeliz la visita que cuando salí fui a poner una reclamación. Parece que no es la primera vez porque le señora me preguntó qué guía era y cuando lo identifiqué, su gesto de cabeza y cara y ese yaaa, me lo dijeron todo.

Siguiente visita: catedral. El guía todo lo contrartio, quería ser tan amable que resultaba pesado. Me hizo la visita a mí sola, yo lo atiborraba a preguntas, sobre la catedral, sobre la ciudad, sobre Bolivia. Él decía que le encantaba que estuviera tan interesaba y decía continuamente "perfeeeecto Alba" intentaba examinarme sobre los cuadros de la catedral y se sorprendió cuando le descubrí el origen de aquellos extraños azulejos..... sevillanos. De cada cosa que yo me preguntaba yo inspeccionaba los detalles y lanzaba una hipótesis acertando en la mayoría de las veces. Creo que alucinó un poco conmigp, pero es que le eché muchísima cara.

Junto a la iglesia descubrí una cosa que me encantó. Una antigua iglesia actualmente es un teatro, el resto del monasterio un colegio y la terraza superior un bar. Genial idea esa.

Esa noche descubría la tragedia del troyano en mis tarjetas de memoria, mi usb y mi cd. El señor del ciber se portó muy bien conmigo y me ayudó a eliminarlo, un santo. Para celebrarlo me compré un chocolate que sabía a cualquier cosa menos a chocolate y lo boté a la basura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya le enseñé a mi madre lasfotos de la mina..me recuerdo cuando fuí con mi abuelo a las de Nerva de chiaca,que era donde trabajó el muchos años...Conclusión:a la familia Roldán-Jiménez les ha gustao tu visita.. JE JE