domingo, 28 de marzo de 2010

Coroico

El bus nos dejó en Yolosa, un pequeño pueblo situado entre dos montañas cubiertas de un manto verde . Supuse que el colectivo que debía llevarnos hasta Coroico tardaría en llegar, así que me lo tomé con filosofía y me fui a hacer fotos puesto que el paisaje era tan bello que era casi imposible hacerlas mal. Para mi sorpresa no tardó demasiado, de hecho me pilló bastante desprevenida. Allá me metí con los tres argentinos en un colectivo, una especie de camioneta en la que cabe tanta gente como diga el conductor, rodeados de cholitas con sus bártulos hablando en quechua (¿o quizás fuera aymara?).

El pueblo en sí no me gustó demasiado. No se diferenciaba especialmente de ningún otro que hubiese visitado: su plaza de armas con una iglesia e internet; calles empinadas con piedras en el suelo, niños corriendos y muchos lugares donde poder comer pollo frito.

A estas alturas ya había comprobado que en Coroico no hacía ese calor horrible del que todo el mundo nos había hablado, sino que más bien todo lo contrario. Luego un señor nos explicó que es raro que hiciera ese frío y que habíamos tenido mala suerte. Yo un poco más porque llegando recordé que me había dejado el forro polar en el bus de la agencia.

Lo primero que hicimos fue buscar un alojamiento. Nos dirigimos al primero que encontramos en la plaza principal. Al preguntar en el bar de abajo nos dijeron que arriba estaba la señora, pero no había nadie. Recorrimos el edificio, que parecía fantasma, y, como no teníamos ganas de cargar con las mochilas, escogimos la habitación que nos convenció, dejamos nuestras cosas y cerramos el candado de la puerta. Tras esto salimos a pasear por el pueblo, subiendo y bajando cuestas. Una vez terminado el paseo nos entró hambre y decidimos ir a comer a algún sitio. Uno de los chicos dijo que dando el paseo había visto un lugar con muy buena pinta. Como no recordaba la ubicación exacta volvimos a hacer el mismo recorrido... hasta que llegamos a la plaza sin ver nada. Riéndonos por la idiotez, pero al mismo tiempo molestos por el hambre, miramos un par de restaurantes que no nos convencieron mucho, así que al final terminamos comiendo bajo el albergue. Como aún sentía el ejercicio realizado me pedí unos espaguetis a la carbonara (y me pusieron unos a lo alfredo). Los chicos dijeron que no sería capaz de comerme aquel plato y quedaron totalmente sorprendidos tras mi hazaña. Al llegar al cuarto por la noche, sólo unos minutos después de la cena, allí yacían tres muertos, así que no me quedó más remedio que meterme en la cama aunque no tenía hambre.

Al día siguiente lo mejor de la mañana fue que tardaron 30 minutos en traerme el desayuno y lo hicieron justo cuando fui a la cocina a decir que si no me lo ponían me iba. También tuve que explicar que un pan con mantequilla puede llevar jamón york. Tenían pan con mantequilla y pan con jamón york y cuando dije que yo quería uno con los dos me dijeron que no se podía. Entonces pregunté que por qué no y al no saber responderme me lo hicieron pero con mala gana y seguro que diciendo que debía estar loca.

Tras un buen desayuno hicimos un trato con un taxista para que nos llevara a unas cascadas que se encontraban a las afueras de la ciudad. En el taxi sólo se habló de fútbol durante unos 30 minutos, yo opinaba pero sólo por molestar, para decirles a los argentinos que no tenían nada que hacer en el mundial y ver sus caras. Cuando llegamos el taxista nos dijo que se quedaría por allá, que no podía abandonar el vehículo porque era zona de cultivo de coca y podían dañárselo. Nosotros nos metimos por la maleza y llegamos al río a un lugar llamado "la laguna azul". Tras la cascada venía una especie de laguna de agua poco tranquilas, de hecho yo tenía que luchar para que la corriente no me llevara. Pasamos allá un buen tiempo entrando y saliendo del agua. Yo me negé a saltar con los chicos porque estaba segura que la corriente me llevaría y aparecería dios sabe dónde.

Luego deshicimos el camino, cruzamoss un puente, atravesamos zonas plagadas de mariposas, nos arañamos las piernas por una pequeña jungla y llegamos hasta otra parte del río donde hacía un pequeño cañón. Allá unas señoras lavaban ropa mientras miraban sorprendidas cómo los chicos se lanzaban y se dejaban llevar por la corriente mientras yo los grababa. Cuando ya nos habíamos pasado del tiempo volvimos al taxi y le pagamos un poco más de lo acordado.

A la vuelta a Coroico yo me despedí y me fui directamente a la estación ya que si llegaba más tarde de las 20h no me guardaban la reserva. Eran las 14h pero nunca se sabe. En la terminal me dijeron que el bus salía "ahorita nomás" así que supuse que tenía una media hora para almorzar. Allí mismo me fui a la cafetería y me tomé un menú, muy rico por cierto, a sólo un euro. Había unos australianos que me dijeron que me sentara con ellos y así lo hice pero tras un minuto de conversación me di cuenta que eran unos chulos que sólo despreciaban todo lo que había alla. Su actitud no me gustó nada, pero ya estaba peleándome con el pollo como para ponerme a cambiarme de mesa, así que aguanté hasta que por fin se fueron.

El bus salió justo cuando me cepillé los dientes y bajé. Lo bueno fue que tardamos en salir del pueblo como 15 minutos y unos 20 minutos después se salió la manguera de no sé qué y tuvimos que esperar a que otro viniera a por nosotros. En el bus, bueno era más bien un colectivo, justo delante de mí iba una pija de Cochabamba ligando con el chuloputas de al lado. Ella reía gracias ausentes de sentido humorístico y se tocaba el pelo sin parar, pensé que me volvería loca pero la tonta se durmió. No le vi la cara, pero deseé que se hubiese dormido con la boca abierta y que un hilillo de baba colgase desde su boca a la camiseta, uhm, totalmente irresistible pequeña!!
Cuando ella dejó de ser el centro de mi atención la señora que estaba a mi lado empezó a llevarse las manos a la cabeza, como buscando algo, entonces cuando parecía que había hallado su presa, la pinzaba entre los dedos e intentaba después hacerla explotar entre sus uñas. ¡¡¡tiene piojos!!! me dije y acto seguido empezó a picarme todo, un poquito por aquí, luego por allá..... Por fin el conductor, con una gran destreza, me hizo salir de mi trance "piquil", entonces me di cuenta que era más importante mi vida y que aquel mamarracho con sus maniobras me iba a hacer morir en la ruta de la muerte con una camiseta que decía yo hice el camino de la muerte y sigo viva.

Tras mucho sufrimiento llegué a La Paz, tomé un colectivo y tras una hora atravesando atascos llegué a la Plaza de San francisco. Me dirigí al Solario en busca de mi cama. Allí descubrí que mi nueva compañera de habitación era de nuevo la holandesa (bueno más 4 más). Contentas de volvernos a encontrar fuimos en busca de comida y cenamos juntas en el hostel mientras nos contábamos historias. Ella se fue pronto a la cama porque tenía clases de español pero yo me quedé en los ordenadores enseñándoles fotos a las cholitas del albergue. Nos reímos harto rato y me hicieron sentir como en casa.

2 comentarios:

lobobailon dijo...

Menos mal que no tuviste más remedio que meterte en la cama aunque no tenías hambre... Anda, que si llegas a haber tenido sueño...

Anónimo dijo...

La pobre...desvariando ya...pobrecitaaaa