sábado, 27 de marzo de 2010

La Ruta de la Muerte

Son las 6 de la mañana, yo no he dormido nada...

Llegué, tal y como me habían indicado, a las 7 a.m al Solario... silencio absoluto, nadie por aquí, nadie por allá. Me senté a esperar en el sofá hasta que aquello se convirtió en Kyoto. Todas las habitaciones que antaño habían estado ocupadas por argentinos y una servidora estaban repletas de japoneses que salían sonrientes y muy despeinados. Por fin apareció una de las chicas que llevaba lo del desyuno de los ciclistas y allí me metí dispuesta a engullir como un troll hasta compensar mis 400 bolivianos. Al llegar se me sentaron al lado unos argentinos, al otro unos japoneses y enfrente unos canadienses que ya había conocido en Sucre. Mientras comíamos sin parar, el guía, Gonzalo, nos explicaba cómo iría el día.

Repletos de comida nos montamos en un bus y salimos hacia la ruta seguidos por otro bus lleno de polacos que se perdió por el camino y tuvimos que esperar. Cuando llegamos al punto de salida estábamos muy altos, a unos 4700m y para darle emoción al asunto en medio de una espesa niebla y con un frío horrible. Mientras bajaban las bicis nosotros nos poníamos los cascos, rodilleras, coderas y además a mí me habían dado unas gafas nuevas. Una vez preparados no sabíamos qué hacer, me sentía como un power ranger en Groenlandia así que me puse a saltar mientras decía qué frío, qué frío y los argentinos se unieron al club saltimbanco.

Debo reconocer que se portaron porque me dieron una bici nueva a estrenar que hizo que por un momento olvidase el precio pagado. Estuve probándola un rato porque era la primera vez que montaba en una bici de descenso ya que la mía es de carreras del año 3 y anteriormente usé de montaña. Era tan pequeñita que me recordó a la BH California que me regaló mi tío de pequeña y que tanto me hizo disfrutar.

Cuando todos estuvimos preparados recibimos las instrucciones de seguridad y nos hicimos fotos. Terminado el espectáculo empezó la acción. Nos dieron la mala noticia de que el día antes había llovido tanto que la carretera nueva de Coroico estaba cerrada, eso significaba que la carretera de la muerte volvía a ser la de hace años y que no sólo encontraríamos ciclistas sino también coches e inclusos buses y camiones, pura adrenalina.

Segura de mí misma y con el objetivo de no caerme en la ruta salí y me metí en la niebla, era como estar dentro de una nube. El frío me calaba a pesar de mis múltiples capas. Como nunca había usado una bici de descenso al pedalear creí que se había salido la cadena ya que estaba sumamente suave. Comprobé que no era así e intenté cambiar a un plato más duro pero todo lo que encontraba era muy suave. Como casi todo era cuesta abajo no le presté mayor atención.
Iba sola en medio de la nada, sólo se veía la curva cuando estabas cerca y los vehículos se distinguían al verse dos manchitas amarillas en todo lo blanco. Iba maravillada y pensaba que era muy afortunada de estar allí, no sólo por la aventura y el paisaje, sino porque estaba consiguiendo evadirme de mi problema miriano. Empecé a relativizarlo todo y me di cuenta de que estaba viviendo una gran experiencia, pensé que fuese donde fuese tendría un trabajo sin problema y eso es algo que poca gente puede decir. Recordé miles de escenas que mi memoria retenía de La Paz, de gentes y lugares humildes y me sentí estúpida por preocuparme siquiera por un número cuando sé que la comida no me faltará. Tus problemas no son problemas me dije, haciendo balance de todo lo vivido me di cuenta de lo afortunada que era al mismo tiempo que le resté importancia a mis preocupaciones. Y seguí pedaleando.

No sabía muy bien donde iba la gente, sólo que a mi alrededor no había nadie. A veces alguien te pasaba hecha una bala humana. Yo pensaba que si iba más rápido piñaría así que encontré la velocidad ideal que resultó de la fórmula curvas + aceite en el piso + niebla + carretera mojada.
Hicimos una parada en la cual nos indicaron que quien tuviera frío podía ir en el bus, lógicamente nadie abandonó. De allí se marcaron las posiciones, salían primeros los argentinos que dijeron Che si no llegamos los primeros para qué lo hicimos, tras ellos los canadienses y los japoneses, después iba yo seguida de israelíes y polacos. Me olvido de Manuel, un pacense que salía de los últimos pero que luego pasaba siempre como bala humana de tal manera que creí que no se llevaría la camiseta.
La siguiente parada fue en una zona de control y de allí seguimos siendo balas humanas, bueno para ser sinceros yo era más bien un perdigón. Entonces la niebla empezó a irse y apareció un magnífico paisaje de montañas verdes que lucían cataratas en sus vertientes. Guauuuuuuuuuuu. Quería hacer fotos pero tenía la cámara en el bus. Empecé a observar el paisaje y para evitar mi desprendimiento reduje velocidad hasta quedarme la última. Pasé de una carrera a un paseo y el guía me metía caña pero le dije que un paisaje así no se veía todos los días, tenía que disfrutarlo.

La última parada del primer tramo iba acompañada de agua, plátano y chocolate. Todo ello rodeado de montañas muy verdes. Disfruté del momento y una vez que hubimos terminado de comer volvimos al bus. Venía un tramo de subida fuerte que no se puede hacer con bicis de descenso por muy buenas que sean. En la entrada al parque todos pagaron su ingreso menos los argentinos y yo, lo cual me hizo pensar que habíamos sido los más pesados en la agencia sin duda.

En el siguiente tramo enpezaba lo bueno, ya nada de carretera pavimentada sino pura piedra. Al principio pensé me mato de verdad porque me resultaba difícil pasar del carril bici a las piedras del camino de la muerte pero poco a poco fui cogiéndole el truco. En eso la chica israelí hizo la típica caída tonta delante de mí. Me paré para ver si estada bien y lógicamente no tenía nada, aun así se retiró al bus dejando sólo a 3 chicas en el grupo de los machos.

Iba en la dicotomía de mirar las piedras para no caer y observar el paisaje que, a medida que avanzaba, se hacía más y más verde, más y más frondoso, más y más húmedo. Aprendí a coger las curvas sin necesidad de frenar y sin comerme las piedras. Terminé teniendo la seguridad suficiente como para bajar de pie que, todo sea dicho, es la mejor manera de manerjar la bici bajando por esos lugares. También empezó la zona conflictiva que que en un pequeño camino de tierra y piedras de pronto aparecía un coche que parecía salido del infierno porque para qué reducir velocidad cuando puedes pitar como un condenado para que los ciclistas se echen a un lado.

La siguiente parada obligatoria fue para quitarnos la ropa de abrigo que llevábamos porque empezaba a hacer calor y ya de paso fotografiar las montañas, las cataratas y gastarle alguna broma al guía que empezó a llamarme la girl number 1 dado que era la primera de las chicas en llegar aunque no era difícil ya que sólo éramos tres.

Desde allá el paisaje empezó a ser alucinante. Aún había niebla en partes de la montaña y con toda aquella vegetación me recordaba muchísimo a Gorilas en la niebla. De vez en cuando seguía sorprendiéndome algún coche entonces yo gritaba Hola, buenos días y los lugareños me respondían, lo cual estaba muy bien porque Manuel no obtenía respuesta a sus saludos, quizás porque no sonreía como yo. Los buses cargados de gente difícilmente cabían en el camino y cuando pitaban acababan con la paz de aquel idílico lugar, mientras pasaban las cabezas se asomaban por las ventanillas y los ojos clavados en ti preguntaban en silencio pero acaso te has vuelto loca yo extendía mi mano y sonreía mientras decía adióooooooosssss y ellos respondían alegres pero aún sorprendidos. Cuando el bus se iba sólo quedaba una humarea completamente irritativa que me hacía contener la respiración durante unos segundos.

En la siguiente parada tomamos unos sandwiches e hicimos el estúpido. Nos explicaron que la parte más difícil del asunto venía ahora, atravesar unas cataratas y un río. Ya no había problema, ya que estábamos allí lo haríamos todo. Salimos animados y la verdad que lo de la cascada era más bien simbólico, no era difícil sólo un tanto desagradable y digo desagradable porque si hubiese hecho calor me habría encantado que un chorro de agua fría chocase en mi nuca y recorriera mi espalda hasta mojar mis bragas, pero hacía frío.

De allá me convertí en macho y empecé a pedalear a toda velocidad incluso llegué a picarme, iba rápido-rápido, de pie en la bici, sujetando el manillar con todas mis fuerzas. Empecé a adelantar a algunos chicos e intenté alcanzar a los argentinos que parecían estar ya en Coroico. Antes de atravesar el río nos hicieron parar para poder hacer fotos, no era el Amazonas pero sí llevaba agua con corriente suficiente como para dificultar su pase. Yo cogí velocidad y cuando entré seguí pedalenado con todas mis fuerzas, aun así el agua frenaba y tuve que ponerme de pie y pedalear con todas mis fuerzas para lo cual me ayudé de un gemido de orco que asutó al polaco que me seguía.

Después de aquello el camino parecía ser fácil hasta que para darle un poco de emoción apareció una subida, subamos pues con una bici de descenso. Puse el plato más duro y de pie en la bici empujé los pedales con todas mis fuerzas, llano para recuperar la respiración y tras eso una subida mayor, allá esperaban triunfantes los 3 argentinos 1 canadiense y 1 japonés, miraban y hacían sus apuestas sobre quién se bajaría de la bici. Conmigo no podéis me dije y levantándome en Orco's mode pedaleé hasta llegar allá donde Gonzalo celebró que no me bajase de la bici y que siguiera siendo la number 1. Desde el lugar había una maravillosa vista del río y, a lo lejos, estaba Coroico, como un pueblo que han colocado en medio de la ladera de la montaña a modo decorativo. Celebrando ya casi el final de la ruta hicimos fotos tontas y divertidas y luego fue la salida final. Salgamos y allá todo el mubndo salió escopetado queriendo ser el primero.

El último tramo del camino era un barrizal, ya no había que preocuparse de que las piedras resbalaran, era ahora el barro el que podía jugar una mala pasada, a mí de hecho varias beces me bailó la bici el aserejé, pero conseguí dominarla, supongo que varios años de moto bajo la lluvia ayudan. Cuando el barro empezó a desaparecer la cosá se complicó, habiendo un camino decente en el cual no preocuparse por el equilibrio la subida era demasiado empinada para la bici. Cambié, me puse de pie y pedaleé con todas mis fuerzas, aquellos avanzaba poco, me quedaba sin aliento, pero seguí, seguí, hasta que se me fue la bici y puse el pie en el suelo.... señores perdí el pavo. Una vez con la bici parada en esa pendiente era casi imposible arrancarla de nuevo así que, con mi orgullo debajo el brazo, me fui caminando hasta que acabó la maldita pendiente. Una vez plano el terreno seguí y al llegar vi la casita ubicada en un paradisíaco valle con su piscina y terracita.

Llenos de barro nos fotografiamos y celebramos que HABÍAMOS SOBREVIVIDO AL CAMINO DE LA MUERTE, lo cual nos hacía merecedores de una camiseta con la inscripción yo hice el camino de la muerte y sigo vivo, además de una ducha y un buffet libre. Al ducharme creo que atasqué la cañería general de Bolivia porque no estaba sucia, estaba embadurnada como un chancho. Sin embargo el mayor atractivo para mí era comer. Les dije a los chicos que tenía hambre y cuando me vieron comer creo que de verdad pensaron que era un orco, comí 4 platos más el postre y luego el matecito en la terraza para hacer la digestión mientras hablaba con Manuel de nuestros viajes.

Una vez disfrutada la ruta, la comida, el mate y el paisaje, no así la piscina porque empezó a hacer frío y el agua era verde, volvimos al bus que nos dejó en Yolosa a los argentinos y a mí que éramos los que nos íbamos a Coroico. Esperamos pocos minutos hasta que vino un colectivo lleno de cholitas que se dirigía a Coroico. Subí con la esperanza de volver a hacer el camino de la muerte sobreviviendo.













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6 comentarios:

Alba dijo...

creo que al que llegue al final de la entrada tendré que regalarle una camiseta que diga, leí la entrada y sigo vivo.

lobobailon dijo...

Pues la he leido entera, y habiendo leído las 4 anteriores, que estaba un poco atrasado. Tiene muy buena pinta lo del descenso, la verdad. Tú no te preocupes por lo del MIR, que saldrá todo bien. Como dice Nachón, tu plaza es tuya.
Besos!!!

Anónimo dijo...

Eiiiii, que iba atrasada, pero llegué!!jeje. Eres una crack Alba!!

Anónimo dijo...

De mayor quiero ser como tu ^^

Alba dijo...

Bueno ya sabía yo que Pili y Lobo obtendrían su camiseta, no esperaba menos.

Carmen dijo...

Jajajajaj...me ha encantado esta entrada! Te das cuenta de lo bien que escribes y describes todo??? Si me parece haber estado alli viviendolo contigo!!!! Olé la Orco´s Alba!Sigue disfrutandolo guapa!