martes, 23 de marzo de 2010

Y... más Sucre aún

Era el martes 9 de marzo y yo permanecía en la cama intentando descansar e engañándome al pensar que me volvería a dormir. El bullicio de la cocina no me dejaría conciliar el sueño de nuevo y, aunque adormilada, con un ojo controlaba que no se pasara la hora del desayuno. Tras un tiempo de vageo me levanté y fui a desayunar. Luego en dirección a la casa de La Libertad.

El edificio que alberga dicha casa está en la plaza 25 de mayo y en su día perteneció a los jesuitas. A través de un patio central, con su respectiva fuente, se accede al resto de las estancias. Mientras se formaba un grupo lo suficientemente grande el guía indicaba a los visitantes que fueran pasando a una sala donde había una exposición sobre la guerra del Pacífico, esa espinita clavada en el corazón de los bolivianos. Creo que en algún momento ya hablé sobre ella, pero si no, haciendo un ultrarresumen podríamos decir que: "había una vez un país llamado Bolivia que tenía costa limitando con sus vecinos Perú y Chile. Un día este último descubrió que dichas costas eran ricas en dos materiales: el guano (heces de aves muy ricas para ser usadas como combustible) y salitre (que se utiliza para.... no lo sé, pero da dinero). Así que Chile que era muy requetemalo decidió darle un empujoncito a su frontera para poder hacer negocios con EEUU (que todo sea dicho financiaba al ejército de éste. La lucha comenzó por mar y luego pasó a ser por tierra. Perú, que era amiguito de Bolivia, entró a defenderlo. Balance final... Perú y Bolivia perdieron parte de su costa, Chile la extendió y algún empresario norteamericano sigue frotándose las manos. Vale, soy mala para los resúmenes, lo acepto.

Una vez que empezó el tour fuimos en primer lugar a una sala donde estaba el trabajo elaborado por las misiones. Los jesuitas se adentraron en la selva, zona este de Bolivia, allá llegaron a evangelizar a través de la música. Para obtener dinero los habitantes de la selva aprendían a realizar manualidades de gran complejidad y mezclaban las técnicas enseñadas por los jesuitas con las heredadas de sus ancestros. Los resultados son realmente sorprendentes y admirables.

De allá pasamos a la sala donde se guardan los restos de María......... de Padilla (tengo que mirar el nombre), una capitana del ejército que luchó hasta la muerte por la independencia del país. Soprendentemente para mí Bolivia fue el país donde empezó todo el pensamiento de la independencia, si bien tuvo que esperar a que llegara Bolívar. La culpa la tenían los libros que venían de Europa, sobre todo de la Francia revolucionaria y que desde Buenos Aires llegaron al país boliviano. En esta sala también se guarda la primera bandera independiente confeccionada que, para que os hagáis una idea, es casi similar a la actual argentina.

La siguiente estancia era la antigua capilla de los jesuitas, que cuando éstos fueron expulsados se transformó en una especie de salón de actos de la universidad, donde se daban los exámenes, que entonces eran orales frente al resto de alumnos, profesores y personalidades, sólo de pensarlo me pongo nerviosa. Allá, además del importante acta fundacional de la República Independiente de Bolivia, se enontraban los retratos y espadas de Bolívar y Sucre. El primero fue el gran héroe de la independencia ya que aunque era venezolano bajó luchando desde su país ayudando a la independencia de los países hasta Bolivia. Tras la independencia de este país le ofrecieron su presidencia, pero él tenía planes más grandes para su persona. Observando su pose en el cuadro y con las historias que me contaron me pareció un poco el Napoleón de las Américas, ya que en mente tenía construir un gran imperio. Cedió el cargo de presidencia a su amigo José de Sucre, que poco duró en el mismo antes de que los bolivianos lo votaran.

La última sala era completamente decepcionante, no materialmente sino por las historias que contaba el guía. Básicamente la inestabilidad política de un país en el que los presidentes son continuamente quitados del cargo o asesinados. Nos fue indicando que pasó con algunos. Entonces nos habló de la Maldición del Che. Desgraciadamente cuando Ernesto Guevara llegó a Bolivia, tras su fracaso en Congo, acababan de ocurrir una serie de transformaciones políticas por las cuales los estudiantes, campesinos y otros oficios vieron mejoradas considerablemente sus condicones de vida. Nadie entendió entonces a este argentino que llegó aquí en busca de una revolución que ya a pocos bolivianos importaba. Cerrados de carácter prestaron poco apoyo al guerrillero que terminó muriendo en Vallegrande por órdenes del gobierno. Poco después todas aquellas personas que tuvieron que ver con su detención y asesinato empezaron a sufrir extraños accidentes y fueron muriendo. Sólo queda uno de ellos, en una silla de ruedas. Acá hablan entonces de La Maldición del Che.

Tras hacerme una foto con el cuadro de Evo Morales, foto de rigor, salí en dirección a la estación de buses. Allá me informé sobre los buses porque aún no tenía claro mi siguiente destino. Finalmente decidí ir a Cochabamba ya que la ruta hasta Santa Cruz, además de ser por unas carreteras horribles, no me daría tiempo a realizarla porque sólo me quedaban unos días para que me cumpliera la visa.

El hambre se apoderó de mí y entré en un pollo-broaster. Me pusieron un superplato con unos espaghetis chinos muy ricos que me comí con mucho gusto acompañando al pollo. Las patatas fritas aceitosas y el arroz seco decidí no comerlo porque estaban bastante malos. Terminado parcialmente mi plato se me acercó una niña pequeña destartalada y despeinada, con una sonrisita me preguntó te lo vas a comer a lo que yo respondí que no al mismo tiempo que hacía un gesto de invitación. Tomando la cuchara y sin apenas sentarse la niña, que difícilmente llegaba a la mesa, deboró las patatas y el arroz que yo acababa de denominar como no aptos. Es difícil describir la sensación que sentí ya que era una mezcla de alegría al ver como comía contenta y de pena ya que aquella pequeñaja se sentía obligada a hacer eso para comer. Entró su hermanito y también cogió comida y finalmente, cuando apenas quedaba nada, llegó otra más mayor que cogió el hueso del pollo que yo había dejado apenas sin carne y lo guardó en un pequeño recipiente que llevaba. Aún cuando pienso en la imagen tengo un sentimiento extraño, indescriptible. No quiero que haya niños así. Aún cuando sonreían al comer sus ojos permanecían tristes.

El resto de la tarde la pasé pensativa. Fui a internet. Volví al hostel. Allá por la noche los chicos planeaban una superfiesta, beber hasta no poder más. Todos los machos me invitaron y, a pesar de verme tentada a montarme una buena farra con un grupo de guiris, decliné la oferta y me fui a dormir, aún pensativa.

4 comentarios:

lobobailon dijo...

Niñaaaaaaa!!! Ande te metes, que llevabas tiempo sin escribir?????
Yo ya estaba preocupado, porque nos tenías acostumbrado a más posts y de golpe, ninguno.

Sigue disfrutando!!!
Besos!

Alba dijo...

He estado pensativa. Enhorabuena por haber llegado al final del post.

lobobailon dijo...

Arbaaaaa, que estás de vacaciones!! Déjate de pensativismos y aprovecha los vacacionismos!!!

Anónimo dijo...

Lokiii, piensa lo justo, que de ti no depende la vida de los demás.Un beso enorme, que te echo de menos una jarrrta!!