jueves, 29 de abril de 2010

CUSCO: día 15

Después de mi gran día, el domingo fue sólo como limpiar la casa tras una fiesta, nada gratificante pero necesario. Así desperté mucho más tarde de lo planeado y me di cuenta de que debía apresurarme si quería llegar a tiempo para ir a escalar con Boris (el hermano pequeño de Lis) sin embargo al bajar a desayunar perdí la noción del tiempo. Encontré a varios turistas conversando con Katy que en ese momento era invitada por unas zaragozanas a la fiesta del Pilar (qué buenos recuerdos). Mientras engullía panes empecé a conocer un poco a los que allá estaban y me sorprendí al conocer a un inglés de Chester, esa ciudad a la que me fui un verano a aprender inglés cuando acabé el instituto y de la que tengo tan buenas historias.

La peor parte del día fue sin duda el regreso a Cusco. Tuve que tomar un colectivo desde Ollantaytambo a Urubamba en el cual, ni que decir tiene, no me cabían las piernas. Iba en una extraña postura que hacía que la pierna se durmiera pero que, a pesar de la molestia, no podía cambiar. Además de la rueda que llevaba mi compañero de al lado y de la forma tan veloz y salvaje de conducir del chófer, creo que no tengo más quejas. Al llegar a Urubamba conseguí tomar uno bastante más seguro aunque las curvas del camino hicieron que me mareara terriblemente. Al llegar a Cusco me encontraba tan sumamente mareada que me fui directa a dormir.

En la tarde conseguimos hablar Yojhi y yo con Carmen a través del skype. Extraña sensación sentir tan cerca a quien se encuentra al otro lado del mundo. Ella aprovechó para presentarnos a su prometido y que así pudiéramos "marujear".

Fue un día poco productivo. No llegué a tiempo para escalar, estuve mareada mediodía, pero mereció la pena, sólo porque era necesario tras en mágico día anterior.

domingo, 25 de abril de 2010

CUSCO: Día 14 Machu Pichu

El gran día había llegado. Todo turista que viaja a Perú o incluso Sudamérica suele tener entre sus objetivos esta ciudadela inca alzada en lo alto de una cumbre y rodeada de un paisaje espectacular. Tras dos meses viajando por Perú he comprobado que hay muchas más cosas además de Machu Pichu, pero éste, sin duda es una joya. Un lugar que además de interesante a nivel histórico es realmente mágico.

Apenas había dormido unas horas y me desperté con mucho esfuerzo, ya era tarde: 4.30am. Llovía y maldecí mi mala suerte, sin embargo al abandonar el hostal comprobé que no era lluvia lo que había oído sino el caudaloso río de Aguas calientes que al escucharlo medio dormida daba la sensación de ser una tormenta.

Machu Pichu abre a las 6 am y el primer bus que sale desde el pueblo es a las 5.30am. Yo había abandonado ya toda intención de hacer camino inca ya fuere desde Ollantaytambo o desde el mismo Aguas calientes. Estaba cansada tras días enferma mezclados con fiesta y turismo. El chino me había indicado que debía estar en la parada a las 4.30am para poder así tomar el primer bus y tener plaza en el Waina Pichu (sólo se permite el acceso de 400 personas al día). Pensé que había exagerado un poco sin embargo cuando llegué a las 5 am aquello me recordó al día que fui a comprar las entradas al concierto de U2. Había dos inmensas colas, una para comprar el billete y otra para tomar el bus. En ese momento me arrepentí de estar sola porque la gente se dividía y hacían colas simultáneas. Estaba tan dormida que tampoco se me ocurrió pactar con nadie.

Tras una media hora de espera y mucha tensión porque se acabaran los números entré en el bus y me dirigí nerviosa hacia el recinto. La espesa niebla no dejaba ver el camino lo cual me hizo pensar que no merecía la pena subir a las 7am al pico. Sin embargo cuando llegué a la entrada y por fin encontré al señor que daba los pases para el Waina Pichu ya sólo quedaban libres para las 7 am. Vacilé un poco y apliqué la mentalidad poyaque (po ya que estamos subimos). Con mi ticket listo atravesé toda la ciudadela no sé mu bien cómo porque había niebla por todos sitios y el camino al Waina no estaba muy bien señalizado. Una vez en la entradita me tocó esperar una media hora en la que comprobé con agrado cómo el día se iba despejando.

Había leído que la subida era escarpada y difícil incluso algunos me habían comentado que resultaba bastante peligroso. La verdad es que, a mi juicio, exageraron. Es cierto que es escarpada y que la piedra y el fango pueden resbalar, sin embargo se puede hacer lentamente sin ningún tipo de problema. Sólo por el paisaje que se observa desde allí merece la pena subirlo. En este pico fue donde pude comprobar cómo la altura muy probablemente había disparado mi EPO. Miraba a mi alrededor y sólo veía a gente cansada de todas las edades que se paraban a descansar con la boca abierta. Yo estaba algo cansada pero subía a un buen ritmo y por supuesto que paraba sino no habría tenido 500 fotos de ese día.

Yo estaba emocionada con las vistas que se podían admirar desde el camino sin embargo cuando llegué arriba lo que ví me produjo un inmenso placer. La niebla descubría tímidamente la ciudadela que fue encendiéndose poco a poco por tímidos rayos de sol. A mi alrededor todo eran montañas verdes (y turistas cansados). La mayoría de la gente llegaba se hacía la foto de rigor y marchaba, yo no tenía prisa, me quedé allá observando cómo se desplazaban las nubes, cómo se cubría y descubría la ciudad y cómo ésta empezó a llenarse de puntos de colores con cámaras de fotos.

Tras un buen tiempo de reposo decidí seguir el camino atravesando el "túnel del inca", un hueco en la roca por el que pensé que no cabría pero había que intentarlo. Ingresé de cuclillas y dentro tuve que inclinarme hacia la izquierda, cuando vi la salida pensé que me quedaría allí. Fue un poco como un parto porque había que ir rozándose por las paredes y girando que medida que se salía para aprovechar el hueco de la pared. Llena de barro y contenta salí al nuevo mundo. Seguí con la ascención del Waina Pichu hasta que llegué a la cumbre. El paisaje era maravilloso allá donde pusieras la vista. Me sentía tan feliz...

La bajada fue bastante más rápida y peligrosa ya que los escalones eran bastante pequeños y enfangados. Cuando llegué a la ciudadela vi como ésta había perdido parte de su encanto. En cada casa, escalera, césped... había grupos de turistas (sin darme cuenta yo era una de ellos). Parecía una feria y hacía mucho calor. Decidí volver tranquilamente a la salida para almorzar, tan tranquilamente que me demoré una hora pero las fotos merecen la pena. La comida la hice en una de las pocos lugares con sombra, final del camino inca entre árboles y hasta allí me encontraron los guías para ofrecerme un tour, alucinante.

Cuando hube descansado volví al interior del recinto y ahora sí hice una visita guiada. Machu Pichu fue descubierta accidentalmente por Hiram Bingham en 1911 quien iba buscando la ciudad perdida de los incas (que no era ésta sino que probablemente se encuntre en la selva, algo más allá de la ciudadela). Hay muchas teorías de cuál era la función real de todo el complejo, de lo que no cabe ninguna duda es de que era un lugar ceremonial de importancia sagrada que estaba en construcción a la llegada de los españoles y que probablemente fuese abandonado. En medio de aquel paisaje natural se cubrió de vegetación y pasó desapercibido o ignorado entre los habitantes de la región. Actualmente creo recordar que es el lugar arqueológico más visitado de toda América. Según dicen la ciudadela tiene plano de cóndor, cosa que yo no pude apreciar (igual que tampoco vi la forma de puma de Cusco).

Me uní a otros turistas hispanos para que el guía nos saliera más económico pero eran unos fondones e iban superlentos. La primera parada fue la de la típica postal con la ciudad abajo y el Waina Pichu al fondo. Me volví loca haciendo fotos de todas las maneras posible, me faltó desnudarme pero es que no estar permitido porque recordemos que es un lugar sagrado.

La siguiente parada fue la casa del guardia donde me encontré de nuevo a los franceses amigos del Cabra, qué sorpresa. De allá pasamos a una roca de sacrificios, descendimos y entramos en la ciudadela por la puerta principal. Algunas explicaciones me sorprendían pero, tras llevar una semana conociendo Cusco y sus alrededores, muchas cosas ya me sonaban muy familiares.

Recorrimos calles bastante conservadas donde la colocación de las piedras nos informaba que se trataba de una zona de menor rango. De allá llegamos a la cantera donde grandes bloques de piedra esperaban aún a algún obrero. En ellas se apreciaban las marcas producidas por las herramientas con las que la cargaban sobre los troncos o las volteban, ya que no conocían la rueda.

El calor era abrasador y como el sol penetraba en mis músculos abrasando mi piel decidí tomar mi pañuelo del Sáhara y cubrirme cabeza, cuello y escote. En medio de aquella ebullición se oía de vez en cuando un penalti: piiiiiiiiiiiiiiiiiiii, uno de los guardias tocaba el silbato indicando así que alguien había entrado en un lugar prohibido o se había subido a un muro. Cada silbatazo me asustaba haciendo brincar. Milagrosamente aparecieron una serie de fuentes eN escalera que me alegraron ya que prácticamente me duché.

Atravesamos la zona residencial, admiramos la piedra blanca tallada del Templo del Sol, subimos hasta el templo de las tres ventanas a través de las cuales había una preciosa foto de la plaza sagrada. De allí pasamos al templo principal y la casa del sumo sacerdote. El primero está parcialmente derrumbado en un lateral debido a un seísmo contemporáneo; en la segunda se puede apreciar una piedra tallada con 32 caras. Desde allá y subiendo una escalera se llegaba a el "Intihuatana" (poste de amarre del sol), una especie de reloj de sol que en realidad no cumpía esa función, sino la de predicción de los solsticios, principalmente el de invierno en el mes de junio, cuando los incas tenían su fiesta sagrada: el "Inti Raini" que aún se sigue celebrando el 24 de junio. Ya había avanzado el día, los turistas habían abandonado en su mayoría el lugar y el sol se acercaba a la montaña y le daba un hermoso color dorado a todo el complejo.

Alucinada por la belleza que empezaba a apoderarse de la plaza sagrada, de las terrazas, de las paredes, quedé atrás y perdí al grupo. No me importó ya que prefería disfrutar de la visita. Sólo quedaba el templo del cóndor y al llegar a él no necesité guía ya que mientras hacía las fotos iba recibiendo información en varios idiomas que en algunas ocasiones lograba procesar y en otras no. Atravesé al cóndor entre sus alas y descubrí un pasadizo que me hizo salir a las terrazas. De allá me dirigí a la salida para pagar y al volver a entrar fue cuando realmente me enamoré de Machu Pichu: vacío de turistas, dorada por el sol, invadida por la paz. Subí a un lugar desde el cual apreciarlo bien y sencillamente me senté allí. Sola observaba el paisaje y el tiempo pasó sin darme cuenta. No sé si estuve algo más de una hora con la mente imaginando cómo fue aquello, qué querrían significar ciertas cosas, mientras una sensación de bienestar me recorría todo el cuerpo. Hacía fotos de los mismo lugares iluminados de diferente modo con el sol escondiéndose tras la montaña.... precioso. De pronto PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, fin del partido. El pítido del guarda lo recuerdo como un momento horrible que acabó con toda la paz que tenía en ese momento. Fueron los minutos más místicos de mi vida de tal manera que ni yo misma hubiese imaginado que los pasaría así.

De vuelta a Aguas Calientes se mezclaba en mí la extraña sensación de alegría por haberlo conocido y de tristeza por tener que abandonarlo. Ya en el pueblo me dirigí a la estación de tren donde cené, escribí, leí y hasta dormí en la espera de la salida del tren. Dos horas más tarde de la prevista por fin abandonamos la estación en dirección a Ollantaytambo donde llegué de madrugada. Afortunadamente había reservado cama en el Chaska Wasi, uno de los pocos albergues que se encuentran en el pequeño pueblo y que es regentado por Katy, una simpática joven que hace sentirte en casa desde el primer momento en el que te saluda. La habitación me recordó no sé por qué a la granja escuela.

Ya podía dormir tranquila, tras mucho esfuerzo había conocido el gran Machu Pichu y la verdad es que había merecido la pena. Encontré a turistas que me comentaron que se exagera con la ciudadela. Puede que yo pensase lo mismo si fuese con un gran grupo haciendo una visita rápida, pero el poder meterme por los huecos y pasear casi sola por sus calles, ver cómo se ponía el sol y en definitiva sentir lo que allí sentí fue para mí un verdadero lujo.

sábado, 24 de abril de 2010

CUSCO: día 13

Era 2 de abril, el día esperado, no por ser viernes santo sino porque era el día en que mi tren llegaría hasta Aguas Calientes. La emoción se apoderaba de mí.

La tradición manda en Cusco tomar 12 platos el viernes santo en honor a los doce apóstoles. Las chicas quisieron que yo viviera aquella tradición. Salimos a comprar todos los ingredientes para los platos aunque yo terminé por otros mundos porque me perdí de ellas al ir a sacar dinero y no funcionar el celular de Yojhi. En mi espera en aquel lugar del Cusco llamado "tercero" en el recorrido del correcaminos decidí hacer la compra de la comida para Machu Pichu ya que allá era carísimo. Era la primera vez que me introducía en un supermercado para comprar bastante comida, no sólo un producto puntual. Lo que más me llamó la atención, sin duda, fue que no había música. Cómo puede existir un establecimiento en Perú sin música me pregunté? La respuesta es que era viernes santo. Ante mi expectación la música había sido sustituída por un sermón religioso que me creaba bastante malestar, sobre todo si prestaba atención. Otra ingrata sorpresa fue que, como a diferencia de Francia, aquí vive poca gente sola, la mayoría de los productos eran envase familiar-ahorro. Muy barato eso sí, pero sólo quería uno o dos no veinte. Acá todos los envases son mucho más grandes, pongamos como ejemplo el agua embotellada: botella pequeña en Europa de 33cl ó 50, aquí 62.5; la grande, en Europa 1.5l, aquí 2.5l. Pudiera parecer que realicé una simple compra, pero para mi fue una nueva experiencia.

Me reencontré con las chicas y volvimos a cocinar. Ellas se encargaban de todo y la hermana de Yojhi también tenía los fogones en el piso de arriba, al fin y al cabo había que hacer muchos guisos. A mí me permitieron colaborar pelando unos duraznos y algunas habas, pero luego como invitada de honor me botaron al ordenador y no me dejaron hacer nada más que sentarme en la mesa a comer.

Yo estaba emocionada con el hecho de tener que comer tantos platos. Al final no fueron 12 pero creo recordar que sí 8. Con cada nuevo plato yo hacía una foto y degustaba. Lisbeth, malvada, me llenaba los platos con espíritu de abuela mientras que para ellas lo dejaban no más que en la mitad. Intentaré recordar el nombre de todos: sopa de finas, sopa de choclo, sopa de calabaza, sopa de machas, ensalada de espinacas, mazamorra, arroz con leche, duraznos, tortas... todo ello acompañado de inca-kola por supuesto. Las sopas al tener más líquido que sólido entraban muy bien pero al final de la comida estaba bastante llena. Durante ese día comprobé que las tradiciones y el arraigo familiar en Perú son tanto o más importantes que en España. Ese día la familia se reúne y comen juntos mientras en la radio se escucha un programa de semana santa (Yojhana pasó de esta parte de la tradición y puso cumbia, hecho que me alegró bastante).

Llena de sopas y dulces tomé mi maleta y salí ilusionada a tomar el taxi no sin antes atravesar el piquete que Nacho (el sobrinito de Yojhi) y su prima pequeña me hicieron porque no querían que marchara. Fue un piquete inútil porque levanté las piernas y los pasé por encima, pobres, qué inocentes.

Las chicas me acompañaron hasta el paredero de los colectivos de Ollantaytambo y allá tomé justo uno que iba directo a Piscacucho, lugar del que realmente salía el tren. El camino ya lo conocía porque era el mismo que el de Valle Sagrado y Maras, así que, a apesar de la belleza del paisaje, yo no me entusiamé demasiado. Estaba centrada en no caerme hacia los lados en las curvas y en que tal cantidad de comida no intentara abandonar mi cuerpo. Como es tradición, todos en el taxi se quedaron dormidos excepto yo. No me quedó otra alternativa que escuchar estoicamente el sermón religioso que el taxista había puesto en la radio, bastante cansino para mí.

Piscacucho fue la peor parte del viaje. Al llegar me maravillé porque la estación se encontraba en pleno valle rodeada de montañas y no muy lejos del río Urubamba. Como es normal la sala de espera estaba llena de vendedores que tras decir "señorita" describían toda la mercancía que tenían en sus puestos como si uno no fuese capaz de apreciarla por sí mismo. Aunque estaba al aire libre y refrescaba no me importó en un principio el hecho ya que sabía que había sido una estación improvisada para poder abrir el camino. Empecé a leer tranquilamente y un perro que vagaba por allí se me acercó y se sentó a mi lado. Comienzo a creer que hay algo en mí que adoran los perros porque en lugares llenos de gente se vienen hacia mí y allá se quedan, supongo que será mi olor. Tras dos horas de espera empecé a odiar el lugar, la lectura, el frío insoportable, el perro pegajoso y sobre todo a Perú Rail. No daban ningún tipo de información y cuando preguntabas e insistías ellos respondían "ahora sale señorita". Creo que el concepto de ahora abarca desde minutos hasta horas. Es como cuando preguntas una dirección y te dicen "ahí no más", expresión que incluye localizaciones a sólo unos metros de distancia o incluso a un kilómetro (hecho verídico).

Tras una horrible espera a la interperie tuvimos otra en el interior del tren con la luz apgada. La pareja de argentinos que estaba frente a mí no perdió el tiempo pero yo no sólo me aburrí sino que me enfurecí más aún. No se puede cobrar en Perú por un pasaje lo mismo que en Europa y dar un servivio como en África (y no soy racista pero mi experiencia me dice que allá los trenes salen cuando le da la gana, eso sí son muy baratos).

Finalmente empezó a moverse y me dormí. Desperté de mala gana de Aguas Calientes y al llegar no me quedó más alternativas que ponerme a buscar alojamiento en la única calle principal del pueblo. Encontré una habitación matrimonial a muy buen precio y la chica incluso salió a enseñarme el lugar donde en unas horas debía tomar el bus para Machu Pichu. A mi regreso al alojamiento cené de lo que llevaba mientras veía una peli. Al principio me sorprendió tener hambre después de haber comido tanto, luego me di cuenta que la mayor parte de lo comido eran sopas que llenan bien el estómago pero una vez absorbida el agua queda bastante menos materia, cosa que mi ogro notó y me hizo comer.

Por fin ocurriría, iba a visitar Machu Pichu, sólo dormiría 4 horas para poder tener plaza en el Waina Pichu, necesitaba decansar pero la mezcla de música de la calle y los nervios de mi interior no me dejaban conciliar el sueño.

viernes, 23 de abril de 2010

CUSCO: día 12

Fue un día fugaz ya que me levanté supertarde. No me dediqué a hacer nada productivo sólo la cena que había prometido a las chicas. Volvimos al Marcelo Batata, pero esta vez en vez de invitarnos Boris (el hermanito de Lis), lo hacía yo. Degustamos platos muy ricos como el pollo tropical o algo así y nos los fuimos rotando como siempre hacía yo con Silvia en Francia para poder así probar un poco de todo.

A pesar de que no fuese un día muy productivo he decidido hacer una entrada para llevar el contaje de los días pasados en Cusco, así no os podréis quejar de lo larga que son todas mis entradas.

jueves, 22 de abril de 2010

CUSCO: día 11

Una vez ya con transporte hasta Machu Pichu fui en busca de mi entrada al complejo arqueológico. Tenía que ir al INC (instituo nacional de cultura) que era donde estaba la gran cola que rodeaba todo el patio estilo andaluz que conformaba el centro del edificio. Como ya era seguro que iría no me importó esperar. Sentada en un pollete, con mi libro, leyendo, me sentía realmente agraciada, por estar allí, por poder ir. Fue una de las mejores esperas de mi vida, tenía todo el tiempo para conseguirlo, pero sabía que ya era mío.

Acabada la espera, boleto en mano, salí de allá y empezó a llover. Como había estado toda la mañana allá tenía hambre y me dirigí, como no, al Tronquitos, donde ya me conocían y me recibían con agrado y con unas papas a la Huancayna.

Mi siguiente objetivo era el Museo de Arte Precolombino, que mis amigas me habían aconsejado. Estaba repleta de comida y pensaba que me encantaba la comida de aquel restaurante. Atravesé la Plaza de Armas en dirección al museo. Ya desde fuera me pareció un edificio bastante bien cuidado y me hizo gracia que para seguir el recorrido había líneas de colores en el suelo como las del hospital. Dentro quedé sorprendida por el buen estado de las piezas mostradas y por el cuidado con el que estaba todo expuesto. Había un silencio sorprendente. Yo leía todos los carteles y así, con la oscuridad, el silencio, la tranquilidad y el estomago colmado de comida; empecé a adormilarme. Como el museo exponía las explicaciones en varios idiomas se me ocurrió la genial idea de evitar el sueño leyendo en francés e inglés, pero las papas en mi interior tenían mayor poder que toda atención prestada. Terminé por no leer todos los carteles porque habría caído en medio de la sala. Seguí sólo observando y haciendo fotos.

Abandoné el museo tan adormilada que empecé a buscar desesperadamente un café. Como no me encontraba muy lejos del bar de los chicos, me acerqué a ver si podían servirme uno, pero en ese justo instante no tenían agua. Continué paseando por San Blas, disfrutando de sus puertas y ventanas de colores, de sus calles empedradas y no tanto de sus cuestas. Entonces el cielo se abrió y cayó agua tan fuerte que casi dolía. Entré en el primer bar que encontré y me tomé un café a precio europeo, por estar en un barrio tan turístico. Hice tiempo mientras escampaba: leía, escribía y bebía rico café. La música me hizo reír cuando sonó la canción de "tengo el corazón contento" que tanto cantaba mi amiga Eli cuando estábamos en el instituto y por unos momentos me puse melancólica recordando aquellos lejanos años.

Hice tiempo en internet hasta que dejó de llover. Entonces continué mi paseo por el barrio de San Blas que me recordaba con sus callejuelas a mi tierra. El sol me abandonó, la lluvia se volvió tímida y las fotos se volvieron oscuras. Acabó mi tranquilo paseo. Busqué a Yojhana, comí una bolsita de rico camote frito y regresamos.

El plan era salir con sus hermanos a una discoteca llamada "Las Vegas". Yo con ese nombre me esperaba cualquier cosa, sin embargo se trataba de una sala bastante tranquila donde sonaba la mayoría del tiempo cumbia , a veces se alineaban los planetas, y sonaba otro ritmo. Me resultaba curioso que al consumir cerveza los vasos no son individuales sino en la barra te dan una botella de a litro y un vaso, se sirve uno a uno y en el mismo vaso, así mientras uno bebe el resto espera, acabado la cerveza se tira el resto de espuma como con la sidra y se pasa al siguiente.

Otra detalle curioso para mí es que en todas las discotecas hay un speaker. No es que frecuente muchas en España pero recuerdo que ponen música pero sin estar continuamente comentando como acá. Van mandando saludos, pidiendo que la gente baile, animando en general. La parte más gore del asunto es cuando por megafonía preguntan "¿dónde están los solteritos? ¿y las solteritas?" Es como pedir que allá pase algo. Yo en esos momentos ni levanto la mano, estoy casada. Ya tengo suficiente con ser alta y rubia.

Tras un par de horas bailando me moría de hambre. Nadie más quería comer pero yo estaba desnutrida. Christian me hizo un favor y me acompañó. Fuimos a comer pollo a la brasa. Ya había probado uno en Juli y no me había parecido nada espectacular, sin embargo éste fue realmente grandioso. No sé si era por el hambre que tenía pero me pareció uno de los mejores pollos que jamás había degustado. Saciada el hambre infernal con el exquisito pollo retornamos a la discoteca donde no permanecimos mucho tiempo ya que los hermanos de Yojhana se encontraban cansados y nos hicieron volver, muy a nuestro pesar que nos divertíamos en ese momento bailando con unos chicos. Aquí la familia manda, así que obedecimos como mujeres sumisas (qué extraño me resultó a mí eso).

martes, 20 de abril de 2010

CUSCO: día 10

Yojhana tuvo una genial idea: ir a primera hora a Perú Rail e intentar comprar alguno de los boletos que las agencias han reservado pero que, al no confirmarlo, la empresa saca a la venta temprano. Así que me fui a las 7am y al llegar aquello seguía lleno como los días anteriores. Recordando lo que la señora me había dicho el día antes no hablé español al pedir el número, sencillamente sonreí, curiosamente en vez de darme la "v" como las veces anteriores, mi ticket tenía una"B", el B-206. "Machu Pichu ya eres mío" pensé. Tras esperar tan sólo unos 15 minutos fui atendida y ENCONTRÉ TICKET DE TREN. Inmensa alegría la que experimenté en aquel momento, que se hizo aun mayor cuando me dijeron que el precio era tan sólo de 68$ y no de 125$ como me habían comentado. Salí emocionada de la estación y llamé a Lis para darle la buena nueva. Una vez conseguido el objetivo no tuve más remedio que celebrarlo enguyendo un exquisito panqueque con chocolate.

Luego decidí terminar mi boleto turístico y para ello visitar todo lo que éste incluía. Así fui al Museo Garcilaso, al de arte contemporáneo y al tradicional. Una vez con el boleto más perforado que la oreja de un punky me fui en busca de vuelos para intentar llegar a mi próximo destino:Iquitos. Me mareé un poco por las agencias y decidí sopesar las opciones mientras degustaba una sopa y un adobo en el Tronquitos. Decidido todo y llena de papa me compré el vuelo y llamé a Christie para poder así darle la noticia que llevaba meses esperando: "cariño, ya llego".

La única atracción que me faltaba era el centro Qosqo, un lugar donde se realizan bailes típico de la región. Como el espectáculo empezaba a las 19h hice tiempo en internet. El centro se encuentra cerca del Qoricancha y es un teatro pequeño. Allá la presentadora, un poco pija, va haciendo una introducción de cada baile y luego el espectáculo empieza y los turistas no paran de hacer fotos. Era interesante pero me aburrí un poco, quizás porque me resultase muy seguido, porque estaba cansada o tal vez porque ya había conocido muchos bailes. La cuestión es que no lo disfruté demasiado pero como estaba pagado era una estupidez no ir.

Regresé a casa de Yojhana embutida en un "correcaminos" (combi que hacía el trayecto adecuado) y cené con ella sopita mientras le explicaba la hazaña de Perú Rail. Terminamos el día viendo la película de "Crepúsculo" y no entendí por qué las chicas gritan tanto con ese protagonista anémico.

CUSCO: día 9

Pensé que ya había descansado bastante y era hora de hacer cosas útiles así que me fui en la mañana a Perú Rail. Necesitaba comprar ya mi ticket de Machu Pichu o no lo vería. Al entrar en la estación me sorprendí con la cantiidad de gente que allá había. Me dieron un número: "v-026" y me mosqueaba el ver que eran diferentes series. Saqué mi libro y me puse leer deseando que la espera no se prolongara más de una hora. Sin embargo la hora pasó. Apenas llamaban a la V sino más bien llamaban a las agencias (E) y a otra serie que era la (B). La señora que estaba a mi lado, que era dueña de un hotel en Aguas Calientes, me dijo que los de Perú Rail eran unos racistas, que siempre daban trato de favor a los extranjeos y a los peruanos los dejaban los últimos. Entonces le respondí que yo tenía una V también como ella y mirándome con una sonrisa me dijo "¿le hablaste en español al señor de los números? entonces eres turista de segunda clase no como los gringos que hablan inglés". En eso ví que unos señores que iban detrás de mí se estaban colando, sin dudarlo un instante me levanté hasta el mostrador y se lo dije a la señorita pero ésta me ignoró y los otros miraron hacia otro lado. Entonces empecé a volverme verde como el increíble Hulk: estaba aún medio mal físicamente, la gente se colaba, llevaba allá casi dos horas y ¿encima me estabas discriminando? GRRRRRRRRRR. Respiré profundo y seguí leyendo. Cuando por fin llegué al mostrador me atendió la peruana más sosa y desagradable que he visto en mi vida. Pensé que como Perú Rail es inglesa les habían dado un curso de cómo ser lo más desagradable posible. Se olvidó de sonreír. Para que ya todo fuese redondo no quedaban tickets hasta el 10 de abril. Enfadada, muy enfadada, salí de allá maldiciendo el puñetero tren.

Con el enfado en el cuerpo me fui a comer, para calmar a Hulk y luego a internet para hacer tiempo a que vinieran las chicas a ver la procesión. La ciudad estaba engalanada ya que el lunes santo en el día de procesión, el único, del Señor de los Temblores. Se llama así porque fue sacado en procesión en el terremoto de 1650, es el cristo negro que se encuentra en la catedral.
Alrededor de la Plaza de Armas hay hermosos balcones de madera, bien cuidados y que dan una estética muy castellana a la plaza. Todos ellos estabas adornados con faldones granates y palmas. Me recordó a la semana santa de Sevilla en la decoración, pero, como siempre, había algo propio que marcaba la diferencia. También como allá la calle estaba colmada de gente, en cambio ésta no iba tan sumamente arreglada como en Sevilla, detalle que a mí me gustó ya que nunca entendí por qué el traje nuevo del Domingo de Ramos ni el no poder ir por mi ciudad en pantalones vaqueros durante la semana santa sin que la gente me mire mal, estos sevillanos deben estar locos.

Mientras esperaba alas chicas en la Plaza del Regocijo estuve comiendo u algodón de azúcar, hacía años que no tomaba ninguno, cuando lo hago es coo si se despertara la niña que hay en mí, sonrío con cada trozo que degusto y en ese momento veo todo con otros ojos. La plaza es hermosa, la fuente cambiaba de color y los niños jugaban. No tenía entrada a Machu Pichu pero por unos minutos me sentí sumamente feliz.

Cuando llegaron mis nenas nos fuimos a la Plaza de Armas donde, tal y como un joven dijo, "aquí está todo Cusco", efectivamente, no cabía un alma. Yo iba haciendo fotos a la multitud, a los balcones, a la fuente, a la catedral... Abriéndonos paso entre toda aquella gente, no sin dificultad, conseguimos situarnos a un lado de la catedral, junto a los bomberos (acá los bomberos no son macizos como en España o Francia sino panzones, me decepcioné y laschicas se rieron con mis comentarios). A lo lejos empezó a aparecer el cristo. Me resultaba extraño no oír música (llevan acompañamiento pero no todo el tiempo), no ver nazarenos ni virgen. De puntillas retransmitía a las chicas la jugada hasta que el cristo negrito subió las escaleras de la catedral y pudieron observarlo. Entonces lo giraron como para saludar a la gente y la plaza empezó poco a poco a arrodillarse hasta que todos quedamos a ras de suelo. Yo, que andaba haciendo un vídeo, me agaché por inercia sin saber muy bien a qué se debía. Un minuto más tarde nos levantamos y las chicas me dijeron que el Señor de los Temblores nos había bendecido. Espero que me sirva de algo, pero bueno, creo que nunca había sido bendecida así que una experiencia más en la vida.

Una vez bendecidos, las sirenas empezaron a tocar: policías, bomberos, ambulancias... y sin haber pedido ninonino!!! Muy grande. A mí me resultó muy extraño pero supongo que era una especie de homenaje. También sonaban varias de las campanas de la catedral, entre ellas la grandota, María Angola, que recibe el nombre de una señora que murió ya no recuerdo bien pero creo que lo que me contó un muchacho fue que durante la construcción o bien la señora cayó sobre la campana o viceversa.

Abandonar la multitud nos costó nuestro trabajo y nos dirigimos a cenar al bar de los chicos y de allá a visitar a Adriana que volvía a estar en el hotel viendo Titanic (como días antes), yo no tenía mucha ganas de ver otra vez hundirse el barco, así que tras un ratito volvimos al hogar.

CUSCO: días 7 y 8

El primer fin de semana que pasé en Cusco fue lo menos turístico que he hecho hasta el momento. Tras tanta visita durante la semana necesitaba reposar. Me levanté tarde el sábado en la mañana y permanecí todo el día en la casa enredándome con el ordenador.

Ya en la noche nos dirigimos al bar de los chicos porque era el cumple de "El Chino" (aquí no hay grupo de amigo que valga como no haya un chino). En el bar les pedimos algo de cena y nos dieron cremita de espárragos y ron, cena extraña pero válida. Allá estuvimos de cachondeo y, tras dejar algunas frases célebres en la pizarra del bar tipo "teta que mano no cubre no es teta sino ubre y teta que no cubre mano no es teta sino grano", lo abandonamos, yo admirada por las risas que provoqué.

La siguiente parada fue en una discoteca llamada "Don Diablo" o DD para los amigos. No pregunté de dónde provenía el nombre pero creo que debe ser por el calor infernal que allí hace. Estaba a punto de desnudarme, pero lo de ser rubia y alta en una discoteca peruana es más un inconveniente que una ventaja. Bailamos hasta más no poder y ya, medio deshidratadas, volvimos temprano por la mañana. Yo estaba encantada de poder salir por los lugares autóctonos y no por bares para gringos donde se escucha Red Hot Chili Pepers (están muy bien, pero en Perú, ¡¡¡Grupo Cinco!!!). Las chicas me sorprendieron mucho porque en Francia salían tan poco que mi mente no podía imaginar su capacidad de fiesta.

El domingo fue un día para borrar de la memoria. Al despertarme comprobé que mi gastroenteritis no se había curado sino que, por el contrario, había empeorado tras la noche de farra, obvio. Así me encontraba enferma y resacosa. Apenas podía moverme de la cama y si lo hacía era sólo para ir al baño. Fue de esos días en los que te sientes tan sumamente mal que sólo quieres estar en tu camita y no quieres nada con nadie pero te entran ganas de llamar a mamá. Dormía, me despertaba y veía algo en la tele aunque sólo aguantaba unos minutos porque las películas eran bastante malas. Yojhana por el contrario decidió seguir de fiesta todo el día con sus hermanos y de vez en cuando venía a ofrecerme una cerveza y entonces no sé con qué cara le miraría. Sin salir en todo el día más de 5 minutos de la cama volví a dormirme.

martes, 13 de abril de 2010

CUSCO: Día 6

Confirmada mi gastroenteritis debida probablemente a la hamburguesa de pollo, ya que sólo las que la habíamos comido la padecíamos, no tenía muchos ánimos para ir de visita, pero ya había confirmado el tour y pensé que podría realizarlo.

Por la mañana muy temprano acompañé a la mamá de Yojhi a entregar unos documentos a la facultad, que se encuentra en la misma plaza de armas, así pude visitarla. Luego me tocó esperar en la puerta de la catedral a que llegase el tour. Tras 40 minutos de espera ya estaba dispuesta a irme a la agencia a reclamar cuando apareció la furgoneta y la cabeza de Arístides por la venmtana gritando mi nombre.
Esta vez el grupo era nacional pero aburrido formado por un matrimonio de Piura bastante desgastado y dos limeñas considerablemente tontas.
El tour es el conocido como "Valle Sur"

El primer destino fue Tipón, una construcción inca en terrazas pero rodeadas por conducciones de agua. A simple vista ya asombra, pero tras las explicaciones de las técnicas usadas es aún más sorprendente. La roca utilizada en las caídas de agua es tan dura que, a pesar de llevar cientos de años el chorro cayendo, la roca no está erosionada. Las terrazas centrales estaban limitadas a ambos lados por canales de agua que caían de un nivel a otro en cascadas cuya velocidad se controlaba por el ancho del canal y porque justo antes de la caída éste tenía una pequeña desviación que frenaba el agua. En lo más alto había unas terrazas zigzageantes, como el rayo o como los dientes del puma. Más allá de éstas había una fuente que era desde la cual se distribuía el agua al resto de canales. De un caño se abría a dos canales que terminaban en dos fuentes de diferentes formas, representando la dualidad tan importante en el mundo inca, de allá terminaba en cuatro caños donde todos nos apilábamos para hacernos la foto.
Se trataba de un sitio de recreo y purificación y aún hoy la gente de los pueblo cercanos va allá a purificarse con el agua, que no a lavarse.
Durante la visita tambioén vimos muchas plantas medicinales, como una moradita que va muy bien en la cicatrización de heridas para el pie diabético o una flor con forma de zapatito que se utiliza para el susto de los niños. ¿Qué es el susto? Dudo que pueda explicarlo bien porque es un concepto que no he llegado a comprender exactamente. Se supone que cuando un niño llora mucho está asustado y eso puede ser porque lo han ojeado, entonces tienes qye hacer una bebida con esta planta para que al tomarla se le quite. A mí me parece que cuando un niño llora puede ser por tantas cosas que una sola planta no puede solucionarlas, pero aquí es una creencia popular fuertemente arraigada.

El segundo lugar que visitamos se trataba de una ciudadela pero esta vez no era inca sino Huari (o wari) que fueron unos de los grandes predecesores de los incas junto con la cultura tiawanaku. Aún están excavando por lo que no resulta tan magnífico como otros lugares y no mucha gente visita el lugar. La diferencia de la construcción es clara a simple vista. Una gran muralla rodeaba toda la ciudad ya que era un pueblo bastante guerrero, de ella queda sólo un pequeño muro. Las casas están construídas en una piedra roja y de pequeño tamaño diferente a todo lo que había visto hasta el momento. Las casas no tenían salida directa a la calle, sino que éstas últimas eran sólo muros, con una entrada central desde la cual se accedía a los hogares. Actualmente sólo vemos piedra, pero todas las paredes estaban cubiertas de yeso y pintadas. Aquí es donde se encontró la colección de 40 soldaditos o pequeños hombres realizados en turquesa que se exhiben en el museo inca.

La última parada la hicimos en la Iglesia de Andagualillas o la capilla sixtina de América. Es una pena que no se le puedan hacer fotos porque era realmente curiosa. En sus paredes había representaciones de la vida que te lleva al infierno y la que te lleva al cielo, que fueron utilizadas por los evangelizadores y donde observé que voy de cabeza al infierno, sin duda. A lo largo de la nave hay frescos, muchos pintados encima de otros, donde el barroco mestizo y la mezcla de simbología llaman especialmente la atención, mucho más que el pan de oro que brilla al fondo, en el altar. Éste, recargado hasta límites insospechados, me recordó al que había observado en Chinchero, ya que conjugaba también detalles como espejos venecianos, columnas francesas y barroco español. Esta iglesia fue construída allá por el 1600 antes que el pueblo, fue usada para crear una población a base de los habitantes de aldeas cercanas que se encontraban muy dispersas y resultaban difíciles de evangelizar. Una vez reunidos todo fue más fácil.

Tras unas galletitas en la plaza del pueblo mientras intentaban venderme artesanías y yo me hice amiga de un perro volvimos a la ciudad. Allá me encontré con Lis y como ya estaba mucho mejor, de hecho tenía mucha hambre nos fuimos a comer pasta. De allá cruzando los dedos nos fuimos a Perú Rail en busca de un pasaje a Machi Pichu.

La idea en un principio había sido hacer camino Inca, pero algunos lugares no estaban caminables y además me informaron de que los cupos estaban saturados. Dado mi estado físico pensé que sería agraciada si conseguía visitar la ciudadela independientemente del método de transporte utilizado, al fin y al cabo llevaba un mes conociendo gente que no ´había podido visitarla.

Cuando llegamos había mucha gente. Me sorprendió saber que Perú Rail no es una empresa peruana sino británico-chilena, es decir, que todo el dinero que sacan con los viajes de los turistas, que por cierto son bastante caros, se va fuera del Perú. Una lástima, pero eso son las cosas que descubres en Perú que te hacen enfadar pero no tienes nada que hacer.
El billete que me ofrecían, además de ser bastante caro (unos 100€) me dejaba poco tiempo para visitar Machu Pichu, así que fuimos en busca de Yojhi que tenía un billete con una amiga.
Como no la encontramos nos fuimos de paseo a un centro comercial que se llama el Molino donde sus papás tienen una tienda. A la salida unos pasteles nos llamaron a gritos y tuvimos que comprarlos. Estaban buenos pero me parecían poco dulces, Lis dice que los europeos le empalagan. Definitivamente nuestros paladares son contrarios.

Nos recogimos y en la noche, tras recoger a Adriana en el hotel y tomarme un arroz con leche de la famosa señora de la plaza de San Blas, nos fuimos a una discoteca llamada "La Rústica". Yo no me encontraba muy bien, así que me pasé la mayor parte del tiempo sentada observando la pista de baile. Por un momento me animé, pero enseguida fui el centro de atención: rubia, alta y delgada. Como me sentí incómoda volví a mi sitio, aunque me sacaron a bailar de nuevo y tuve que hacer el paripé hasta que le dije a Yojhana que estaba muerta y necesitaba dormir.

CUSCO:Día 5

Para mi gran decepción volví a levantarme perjudicada. La naturaleza me llamaba tanto, a gritos, que me tomé unas pastillas para poder hacer el tour sin problemas.

Volvieron a recogerme en la plaza de Armas, frente a la catedral. El grupo, más grande y heterogéneo que el anterior, lo conformaban dos alemanas, dos peruanas con sus dos novios californianos y una pareja de Chicago. El guía, de nuevo Arístides, esta vez hablaba en inglés, aunque sus chistes los seguía haciendo igual de malos.

El tour era el llamado "Valle Sagrado", en el cual se visitan 3 lugares distantes entre sí y cuyo desplazamiento en bus es casi obligado. El primer lugar donde debíamos parar es un pueblo no muy lejano del mismo Cusco que se llama Chinchero, sin embargo llovía y hacía bastante frío por lo que seguimos en dirección a Urubamba para desde allí ir a Pisaq. A esta localidad puede llegarse directamente desde el Cusco cuando las lluvias torrenciales no se llevan el puente sobre el río Urubamaba, pero en su ausencia nos vimos obligados al rodeo.

El viaje duró algo más de una hora. Yo iba ensimismada con el paisaje: dentro del valle las montañas te rodeaban, todo verde muy verde y las nubes se introducían en el mismo dando un ambiente encantado al cuadro. Mi estado había mejorado un poco aunque no dejaba de ser un desperdicio humano. Quise distraerme para no centrarme en mi malestar. Así empecé a hablar con Arístides y la pareja de Chicago que estaba formada por el primo de Obama (era clavado) y su querida. Conversamos largo rato sobre la sanidad en diferentes partes del mundo y entonces volví a alegrarme de la sanidad pública española que todos criticamos pero que hace sombra a casi todas las que conozco.

Cuando llegamos a Pisaq nos dejaron unos 30 minutos para ver el mercado. Es un pequeño pueblo rodeado de montañas y su mercado de artesanías es bastante famoso. Mucho de los turistas compran creyendo que allí los precios son más bajos pero, aunque antes así era, actualmente llegan a ser incluso más caros que en la ciudad. Paseé tranquilamente viendo artesanías mientras todos intentaban venderme toda su mercancía ignorando que sólo llevaba en el bolsillo 10 soles. Tras unos minutos en el bullicio de las tiendas decidí alejarme por una callejuela. Podría compar este pueblo con uno de la sierra, con sus casas pequeñas y blancas cubiertas por techos de paja, sus calles de piedra y allá donde mires siempre hay una montaña.
En una de las calles encontré la definición de "perro cabrón": uno que no levantaba un palmo del suelo me ladraba como un desesperado desde la puerta de una casa, la imagen me resultó tan cómica que decidí hacerle una foto y en ese momento salió un perraco detrás del otro, como en su defensa y me hizo asustar. Me fui de allí y a lo lejos al volverme vi como el perrillo me miraba, creo que me estaba diciendo "jódete".
Con el susto en el cuerpo seguí paseando y vi, sobre todo escuché, la pequeña escuela del pueblo, donde los animalitos se educaban, qué ruido, acababan con la paz de todo el valle sagrado.

Los 30 minutos no dieron más de sí, pero quedé satisfecha con mi pequeña incursión en Pisaq. En el bus tuvimos que esperar a las alemanas que no terminaban sus compras, mientras conversaba con Obama's cousin. Cuando por fin volvieron estaban enfadadas porque creían que era poco tiempo, yo intenté explicarles que allá no era mucho más barato que en Cusco e incluso les indiqué los lugares más económicos, pero tenían la cabeza demasiado dura como para escuchar a nadie.

Desde el pueblo subimos al complejo arqueológico por una carretera que estaba llena de derrumbres y socavones. Se trataba de pequeña ciudadela en lo alto de la montaña que a nuestras llegada se vislumbraba difícilmente entre las nubes. Frente a ésta se encontraba una pared donde había cientos de agujeros como si fueran madrigueras, se trataban de tumbas preincas que habían sido saqueadas. La situación de la ciudad allá se cree que podía ser por motivos defensivos, por seguridad respecto a las crecidas del río o por observación del paisaje. Las laderas estaban rodeadas de terrazas de cultivo ahora abandonadas pero verdeadas por las lluvias. Aún existía una fuente inca cuya agua es canalizada desde un arroyo cercano. Por una escalera inca subimos al complejo, allá todo estaba blanco salvo las margaritas que inundaban cada rincón del yacimiento. Arístides nos mostró cómo eran las casas, su construcción trapezoidal como técnicas antisísmica, sus ventanales estrechos, su zona para cocinar y para secar el grano...
En nuetras bajada las nubes desaparecieron y pudimos ver la grandeza de las vistas, mágico si no fuera por el ruido que hacían todos los tours que llegaban cuando nosotros ya partíamos.

De vuelta a Urubamba, lugar donde almorzaríamos, atravesamos pueblos como Colla y Calca donde pudimos ver en directo lo que el río había hecho con las casas y los cultivos. En algunos lugares una puerta indicaba que el montón de escombros que había tras de ella una vez había sido un hogar. Era pena verlo todo desolado, sobre todo porque ya hacía un mes del desastre y el gobierno creo que no se había preocupado demasiado al respecto. Para que te dieran una ayuda debías mostrar que eras el dueño de la casa, pero aquí la mayoría la habían heredado de sus padres sin ningún documento legal por medio, con lo cual lo habían perdido todo.

El almuerzo lo hicimos por grupo porque te ofrecían diferentes establecimientos acorde con el precio pagado. Yo había escogido un restaurante llamado "Alhambra" porque Lis me había sugerido los maravillosos pasteles de allá. Fue una lástima porque mi estómago no me dejaba comer. Creo que es la única vez que he estado en un buffet y no he devorado. Sólo tomé una pequeña sopa y un poco de sólido. Como el cuerpo me mataba pedí un mate de coca. Como no pude disfrutar de la comida, al menos lo hice con los animalillos que allá tenían, dado que era un sitio superturístico con su señor en poncho tocando lo flauta incluído.

Tras el mini-almuerzo nos recogieron y nos dirigimos a Ollantaytambo. Mi estado no mejoraba y empecé a tener frío y calor al mismo tiempo. Sentía que el cuerpo se me caía y que la barriga explotaría en cualquier momento. Entonces me di cuenta que eso no era una simple resaca, estaba enferma.

Ollantaytambo también es un pequeño pueblo de la sierra tomado por el turismo y donde, al parar el bus en la plaza del mercado, miles de vendedores te acechan, ya no sólo para venderte un recuerdo sino hasta pilas, tarjetas de memoria o USB!!!
Las ruinas consisten básicamente en un templo sagrado labrado sobre la montaña que se encuentra al final del pueblo. Terrazas enormes sirvieron de fortaleza al Manco Inca cuando luchaba contra Pizarro, aunque en realidad ésta no era la función de esta construcción. Para poder subir hay unas empinadas escaleras nada recomendables para cardíacos. En la cima pudimos observar cómo el trabajo realizado en la piedra indicaba que se trataba de un lugar sagrado. A la otra cara del pueblo se erigía una montaña donde también se observaban pequeñas construcciones y en la que la roca dibujaba caras.
Las piedras de construcción las habían tomado del mismo granito de la montaña y de una cantera situada a lo largo del río que se puede visitar y observar las piedras que quedaron en el camino esperando a ser transportadas, se las conoce como "piedras cansadas"
Rodeamos la montaña a pie observando la grandeza de la construcción y descendimos por unas empinadísimas escaleras hasta un punto donde había una piedra con cabeza de yama a la cual los incas le habían construído un cuerpo con terrzas sobre la pared.
Lo más curioso de todo aquello no eran las grandes piedras ni cómo las habían subido, sino que, como todo templo sagrado inca, estaba perfectamente orientado en la dirección del sol, siempre mirando al amanecer o al atardecer.

Para terminar nuestro tour nos dirgimos a Chinchero, otro pequeño pueblo encantador pero tomado por el turismo. La primera turistada que nos hicieron fue meternos en un lugar vdonde las señoras mostraban cómo fabricaban sus productos. Tenían una especie de tubérculo que cuando lo rayaban lo usaban como jabón para lavar la lana recién esquilada. Tras eso la tenían con productos naturales como plantas o cochinilla y después la hilaban. Resultó bastante didáctico, pero no compré nada porque los precios verdaderamente artesanales se escapan de mi presupuesto. De allá pasamos por la calle del comercio, curioso lugar que yo he decidido llamar así porque era un paseo donde los niños jugaban pero, cuando se acercaba un grupo de turistas, corrían a sus puestos e intentaban venderte la mercancía, para luego seguir jugando.
El sol estaba bajo, yéndose, y el color que daba era precioso para las fotos. El pueblo tenía aún alguna pared inca, a pesar de que en las fachadas de los edificios principales, como la iglesia, se observaba bien de dónde provenían los cimientos.
La iglesia, en su interior, recargada con una mezcla de barroco italiano, francés y español. Embadurnada en oro, rodeada de espejos, estatuas aladas, vírgenes con simbología inca y todo coronado por un techo mudéjar. A pesar de no haber disfrutado nunca con el arte religioso debo reconocer que estas iglesias son dignas de visitar por el collage que suponen.
El frío y el viento nos animaron a volver rápido al bus.

Por fin en Cusco me creí salvada de una muerte inminente. Volví a casa de Yojhi y me compré unos plátanos por el barrio que me sirvieron de cena. Luego caí muerta en la cama y ni siquiera la oí entrar minutos más tarde.

lunes, 12 de abril de 2010

CUSCO: Día 4

Me desperté muy tarde y sólo al abrir un poco el ojo me di cuenta de que estaba totalmente perjudicada. Me dolía la cabeza, estaba muy cansada y mi barriga me mataba.

Quedé con Lis para comer y de allá fuimos a la agencia, donde conocí a Charito, le pagué los tours y le dejé mi queja sobre la velocidad del city tour. Desde la agencia, que estaba en una calle subiendo desde la plaza de Recocijo, paseamos en dirección al mercado, tomando unos ricos helados de esos que salen de la máquina como un churrito. En nuestro paseo llegamos hasta el mercado, allí descubrí el caldo de rana, no lo probé, pero pude leer que curaba múltiples enfermedades cuyo tratamiento yo olvidé hace ya tiempo. Lo recetaré en mis guardias sin lugar a dudas.

Mi cuerpo me pedía cama asi que tras un rato en internet volví a la casa, donde me tomé un chocolate con los papás y el hermano de Yojhana. Aquí el chocolate es distinto, se trata de una especie de colacao que para el que, como a mí, le guste el chocolate bien espeso y amargo, le resultará aguado. Sin embargo mis amiguitas me contaban que el chocolate de allá las empalaga demasiado, que no les gusta. A mí el de acá no me disgusta, pero no entra en mi concepto de chocolate. Con el estómago calentito me fui a la cama esperando que al día siguiente no fuese un zombie.

CUSCO: Día 3

Me levanté temprano para ir al tour pero no calculé que todos los colectivos irían llenos porque era hora punta, así que llegué tarde. Afortunadamente Lisbeth estaba allí para retenerlos hasta mi llegada. Esta vez el grupo era más pequeño, el día anterior había unas 20 personas y ahora sólo éramos 5: 2 limeñas, 2 estadounidenses y yo. El guía era el recomendado por Lis: Arístides unh señor bien simpático pero cuyos chistes eran demasiado malos a pesar de que se reía mientras los decía.

Salimos rumbo a Maras Moray, un lugar poco visitado por los turistas, más por falta de interés de éstos que por ausencia de encanto del lugar. El camino era precioso, gracias a las lluvias los campo estaban verdes, muy verdes; éstos acompañados por el cielo siempre azul de la región y por las montañas en la lejanía eran dignos de ser fotografiados y eso hice, como una auténtica loca.

El lugar se trataba de un campo de cultivo inca. Ellos habían excavado en la montaña una especie de cráter y en él había terrazas a diferentes niveles. Según la altura de la terraza conseguían una temperatura y grado de humedad, de modo que en una misma zona podían tener diferentes cultivos. Para poder entrar y salir del hueco tenían las llamadas ahora "escaleras incas" unas piedras que a modo de peldaños sobresalían de la pared y que demuestra que los incas podían ser bien patilargos bien saltamontes porque a mí, con mi metro de pierna me costaba trabajo subirlas. A modo de representación, al fondo tenían sembradas diferentes plantas, reconocí la papa y el maís, pero una que rodeaba a todas las demás no. Arístides me explicó que se trataba de la planta del altramuz (no sabía que existiera fuera de España, de hecho los había visto muy poco fuera de Andalucía). El sabor de su hoja es amargo y así cuando los animales se acercan a pastar, la amargura los aleja evitando así que estropeen el cultivo. El fruto por supuesto también lo comen, pero cocinado. La subida desde el hoyo fue bastante agotadora, no recuerdo si es una zona que estuviera alta, pero el sol pegaba como en medio del desierto.

La segunda visita eran unas salinas muy curiosas porque en vez de encontrarse en un salar en llano estaban excavadas en la ladera de una montaña. Desde una montaña venía un río de aguas calientes y saladas y los lugareños lo desvían y lo van abriendo de modo que pase por todas las pequeñas pozas de donde luego extraen el mineral. Antiguamente lo llevaba el estado y no funcionaba muy bien, pero la gente del pueblo se organizó y ahora ellos se repartieron las pozas, que se heredan, y cada uno explota su territorio. Tuvimos una muy grata sorpresa allá porque, en medio del calor asfixiante, un señor que había perdido su cartera en Maras Moray y que encontró nuestro grupo devolviéndosela, nos invito a una fresquísima y rica inca-kola. Hicimos muchas fotos en aquel lugar donde el rojo de la tierra y el blanco de la sal daba un aspecto de cuento. Lógicamente metí el dedo en el agua y lo chupé: sí, estaba salado.

De vuelta en el carro fui hablando con Arístides un poco de todo: sanidad en el Perú, educación, tráfico, política... casi me convertí en experta. Yo iba incordiando y preguntando muchas cosas, él, encantado me explicaba. Ya en Cusco decidí irme a comer al tronquitos porque me había gustado mucho el primer día. De allá volví a casa de Yojhana y como las chicas me habían prometido juerga nocturna me dormí una siesta.

Por la noche fuimos al Marcelo Batata (me encanta el nombre) es el bar donde trabaja Boris, el hermano pequeño de Lisbeth. Es un bar turístico-pijo. Me dijo Lis que allá se comía rico y el camarero nos recomendó la alpaca tres quesos...uhm!!! Primero tomé mi cusqueña negra, que aún no había degustado y luego me dejé deleitar con el plato, estaba realmente muy rico. Nosotras nos mirábamos porque mientras comíamos decíamos, uhm, uhm, como tontas. Luego se nos unió en la cena su hermano y otro amigo. Tras un rato hablando de fantasmas y cosas de las que dan miedo nos despedimos.

En una plaza situada algo más arriba esperamos a Adriana y Pamela, yo mientras iba haciendo más fotos y buscando las 7 culebras que hay talladas en la piedra de un callejón. Cuando llegaron las otras individuas nos fuimos al bar de unos amigos y con toda la poca vergüenza del mundo pidieron refresco porque llevaban una botella de ron en el bolso. Estuvimos recordando historias de Francia, que vistas en el tiempo resultaban mucho más graciosas que entonces. Cuando nos quisimos dar cuenta eran las cuatro de la mañana y al día siguiente trabajaban!!!! Nos engullimos una hambirguesa e hicimos ruta (tomar un taxi y que deje a cada una en su casa)

jueves, 8 de abril de 2010

CUSCO: Día 2

El día comenzó muy cultural. Tomé un colectivo ¿qué es eso? no es más que una pequeña furgoneta donde entran tantas personas como quiera el conductor, una vez ocupados los asientos los viajeros deben apretarse unos contra otros hasta unos límites casi sexuales y aquellos que somos altos debemos tomar postura de costalero y con cada bote del carro clavar la espinosa de C7 en el techo. El supercarro me dejó en Almagro y de allá caminé unos 5 minutos hasta la plaza de Armas, esquivé a mil vendedores y me dirigí, cuesta arriba como no, al museo Inka.

Este museo me lo habían recomendado porque era bastante completo, de hecho yo diría que es tan completo que deberían cambiarle el nombre, ya que, al fin y al cabo, por muy maravillosos que fueran los incas no es más que la última civilización que habitó en estas tierras antes de que llegaran a joderlo todo los españoles. Una verdadera lástima que no se pudiesen hacer fotos incluso sin flash.

Empezando por cómo era Cusco hace miles de años, que no era otra cosa que un lago (y los cusqueños eran pescaditos) que provenía de un gran mar que existió en la zona y que probablemente con la elevación de tierras tras un movimientos sísmico quedó convertido en mar interior que poco a poco se va desecando y que más que mar ahora es un conjunto de lagos (incluído el Titikaka, Popo y pequeñas lagunas por ahí desperdigadas). Después había una colección de piedras talladas para la caza y cerámicas.

Fui sala por sala pasando por las diferentes culturas preincas: huari, mochicas, tiawanaco, paracas, nasca.... de todos ellos había cerámicas, telas, utensilios de la vida cotidiana. Fui leyendo todos los carteles y así tardé algo más de dos horas en visitar el museo. No pienso aburrir con mucha información porque además no la recuerdo toda, pero como curiosidad decir que los incas eran un pueblo asimilador de otras culturas y aun si bien eran guerreros no eran destructores, ya que, una vez asimilada una cultura, sus técnicas y demás, a éstos se les permitia por ejemplo mantener su religió, lengua y costumbres. Otra curiosidad es que el Inperio Inca no se llamaba así, es decir, Inca era como el gobernador y los españoles a su llegada los llamaron a todos por ese nombre pero realmente se llamaba "Tawantinsuyo" y en su máximo esplendor llegó desde Colombia hasta Chile (incluyendo a Ecuador, Perú, Bolivia y también una parte del norte de Argentina). Se dividía en cuatro regiones o suyos: antisuyo, contisuyo, collasuyo y chinchasuyo (ya no recuerdo en qué zona cada uno)

Tras mucho leer llegué a las salas de la colonia y virreinato, que normalmente son las mas aburridas, entonces me di cuenta de la hora y me apresuré en salir porque Lisbeth debía llevar una hora esperando. Ella me llevo a comprar el boleto turístico ya que, comprándo todos los monumentos juntos resulta bastante económico.

Esta vez el restaurante al que quería llevarme sí estaba abierto. Allí nos hinchamos de comer y descubrí que el tipo de papa que no me gustaba, porque se sabe a humedad, es el famoso chuño. Hablamos un poco de los sabores, de cómo ella odia el roqueford, que yo tanto amo, y de cómo yo odio el chuño, que ella disfruta comiendo.

Tras la comida me recogieron en la catedral para hacer el City Tour. Aunque normalmente visito las ciudades por mi cuenta, en este caso me convenía el tour porque no sólo permanecía en la ciudad sino que llegaba a restos arqueológicos situados a las afueras de la misma. También me beneficiaría de las explicaciones.

El recorrido empezó en el Qorikancha donde actualmente está el convento de Santo Domingo. Era un antiguo templo inca sobre el cual, para no perder la costumbre, se construyó dicho edificio religioso. En el interior del mismo se descubrieron recientemente unas paredes incas de bellas piedras talladas, que habían sido recubiertas con estuco por los dominicos y que actualmente se exhiben descubiertas. Estas mismas paredes estaban completamente recubiertas de láminas de oro en tiempos incas y adornadas con figuras de diferentes animales como yamas de oro que terminaron fundidas en lingotes y embarcadas a Europa.

El grupo era bastante heterogéneo. A mí se me unió un italiano cuya batería de la cámara había decidido morir, así que yo lo hice un reportaje fotográfico encantada y luego se lo envié. Por suerte venía también una señora, bastante pija, que era profesora de historia del arte en México y tras las explicaciones del guía siempre añadía algún dato de cosecha propia, no sé si para hacerse la importante, pero para mí toda información era bienvenida.

De allá fuimos a la catedral que me pareció bien cargada, pero es lo que tiene el barroco, demasiada ornamentación. Está constituída por una nave central, donde se encuentra el famoso señor de los temblores. Un cristo negro, ya que su cuerpo está hecho de piel de alpaca (o yama) relleno y tras muchos años de exposición al humo de las velas se ha tornado oscuro (al revés que Michael Jackson). Su nombre le viene de que en el terremoto que asoló Cusco el 1650 la gente lo sacó en procesión para que éste terminase y de hecho terminó. También se observan pinturas de la escuela cusqueña y es curioso cómo se mezclan en éstas una mezcla de simbología cristiana-europea e inca. El guía quería que yo le dejara un mensajito a San Antonio ya que era la única soltera del grupo. No recuerdo exactamente ni mi respuesta ni mucho menos mi cara, pero sí la gran carcajada que produje con mi reacción. A los lados de la nave central hay dos capillas, la del triunfo y la de Jesús María, en la cual está la cripta con la tumba del escritor Inca Garcilaso de la Vega a la que entré yo sola porque el guía iba tan rápido que la pasó por alto.

El siguiente lugar de visita se encontraba a las afueras de la ciudad, en lo alto de un cerro: Saqsayhuamán. Era una gran construcción pero sólo puede observarse una parte ya que muchas de las piedras se utilizaron para construcción de edificos. Los españoles lo usaron como una cantera pero se trataba en realidad de un templo religioso que durante la incursión de Pizarro en Cusco fue utilizada como fortaleza por el Inca Manco quien tras una sangrienta batalla se retiró hasta Ollantaytambo. Los incas construyeron la ciudad del Cusco con forma de puma y en estas ruinas se observan unos muros en zigzag que eran los dientes del mismo. Además de las fabulosas vistas de la ciudad, el lugar es realmente sorprendente porque hay piedras de enormes dimensiones, todas colocadas como un inmenso puzzle. El guía iba demasiado rápido y empecé a enfadarme porque quería hacer fotos y disfrutar de las explicaciones pero también del lugar.

A la salida una avalancha de vendedoras intentó encasquetarme mil utensilios inútiles pero yo seguí con mi tradición de "no gracias" y sonrisa en boca. El guía nos pedía que nos apresuráramos y empecé a pensar que aquello era ilógico, he venido a conocer esto no ha hacer una carrera. Me enfadé aún más cuando sólo paramos en Puka-pukara (un refugio en el camino inca construído en piedra roja) para la foto. Yo quiero hacer fotos pero también quiero conocer. Él me explicó que no daba tiempo y entonces le dije que el tour debía ser de un día entero y no de medio.

El tercer lugar de visita en los alrededores era Tambomachay, un conjunto de fuentes situadas en medio de la naturaleza en las que pensé que sería una buena idea ahogar al guía que no paraba de apresurarnos. Hablé con el resto de los visitantes para comprobar que no deliraba y todos me dieron la razón (qué bien). Mi amigo el italiano, que había salido con poca ropa porque el día anterior se había muerto de calor, se iba comprando abrigos por cada puesto con el consiguiente cachondeo de todos los demás.

El último lugar fue Q'enqo. Desde lejos uno diría que es una piedra grande que no tiene nada más, pero si entras por una abertura lateral llegas hasta un pasadizo y allí hay una piedra con forma de sillón alto que era el quirófano que usaban los incas. Según nos informaron allá se realizaban trepanaciones craneales, uhm, interesante. Me imaginaba al Lobo allá operando...

A la vuelta pararon unos 15 minutos en un lugar para comprar artesanías, error, seguro que eran caras y lo que vendían como baby alpaca no lo era. En la ciudad me recogió Yojhi y le expliqué que los lugares eran realmente fascinante pero que tenían que decir en la agencia que aquello era excesivamente rápido, me sentí japonesa total.

En la casa cenamos en familia y Nacho, el sobrino de Yojhi de 3 años, nos hizo un espectáculo hablando con el móvil. Ese chico debería dedicarse a ser actor porque es supercómico y muy expresivo, consiguió centrar toda nuestra atención y hacernos reír hasta que nos dolió la barriga.

Ya en la cama vimos la tele un rato y pude comprobar que la tele de Perú es tan racista como ya antes había pensado y que además era muy morbosa incluso en las noticias. Me resultaba demasiado grotesco ver el relato de los accidentes (porque hay muchos, tal y como se conduce aquí...). Criticamos un poco toda la tele y nos quedamos dormiditas.

jueves, 1 de abril de 2010

CUSCO: Día 1

El domingo nos levantamos tarde y tras el desayuno fuimos al cementerio. Yojhana iba a visitar a una amiga, yo aproveché para conocerlo y fotografiar las tumbas más antiguas. No me pareció un cementerio triste ni solemne, quizás porque había tanta gente allá que parecía una feria. Acá también en los nichos la familia pone en ocasiones cosas que le gustasen al difunto, como en La Paz. Me distraje durante un rato viendo todo tipo de regalos allá metidos.... hasta un botellín de cerveza cusqueña encontré.

Desde allí bajamos paseando hasta el centro. Pasamos por calles estrechas, en cuesta, con balcones y puertas hechos de madera de colores... definitivamente es curioso ya que se ve la influencia española en las construcciones pero éstas no son como las de allá, son descendientes en estilo pero con identidad propia. Dejando a un lado la Iglesia de Santo Domingo llegamos al mercado central donde entramos a pasear tal y como yo hago en cada sitio que visito. A pesar de que la ciudad de Cusco era más cuidada que otras anteriormente visitadas, el mercado me daba esa impresión destartalada que había observado qen otros muchos lugares. Tenía parte de artesanía, zona de frescos y al final un gran comedor donde me dijo Lis que había una señora que pone un arroz con huevos buenísimo.

Continuamos hasta la Plaza de San Francisco, enorme lugar con jardines centrales vigilado por el colegio de Ciencias y la iglesia del mismo nombre. Allá se huele que empieza la zona turística y se ven gente como yo, turistas (para los cusqueños "gringos" aunque vengas de españa, eso por rubia). Un poco más adelante, tras atravesar una calle peatonal en la que los pasteles te llama diciendo "Alba, ven y comeme", llegamos a la Iglesia de La Merced. Aprovechando que estaba abierta entramos a visitarla. La misa había acabado en ese instante y una masa de fieles abandonaba el templo. Nunca entendí cómo existe tantísima devoción por la religión. Los peruanos critican a los españoles por todo lo que supuso la conquista (obvio), sin embargo no dicen nada de la iglesia que fue igual o peor. Supongo que los evangelizadores hicieron demasiado bien su trabajo.

Finalmente llegamos a uno de los puntos que más interés tenía en conocer... La Plaza de Armas. En la guía recomiendan tener cuidado con las mochilas. Yo añadiría que antes de entrar en dicha plaza deberías tomarte una pastilla para el dolor de cabeza. Al poner un pie junto al primer soportal parece que una alarma se enciende: "guiri, guri, guiri" y uno tras otro te llegan vendedores de tours, de masajes, de muñecos, de chullos, de pulseras, de láminas de pintura, de restaurantes.... todos ellos con una frase "Hi miss.....(mercancia)". Con una sonrisa en la boca yo decía a todos "no, gracias" aunque ellos seguían hablando un rato en "inglés" mientras yo los ignoraba y mi amiga Lisbeth se moría de la risa. Creo que tras vivir tantos años en Cusco siendo cusqueña y habiendo estudiado turismo por unos minutos pudo ponerse en la piel de una turista.

Obviando la plaga de vendedores la plaza es, por todo lo demás, preciosa. Se observa bien que la ciudad es el hombligo del mundo ya que allá donde mires desde ese punto verás casas y al fondo montañas. Las casas que la rodean están sobre soportales y miran a la plaza a través de bonitos balcones de madera con cristaleras. Me recordaba un poco a alguna ciudad castellana aunque a ninguna en particular. En el centro hay jardines con bancos para que, como toda buena plaza en Perú, esté llena de gente. En la parte de la plaza que da a la iglesia de los jesuitas quedan unos pocos árboles parecidos a olivos. No son aceitunos, sino un árbol típico de acá que antes colmaba la plaza hasta que decidieron cortalos sin previo aviso. Cuando los comerciantes vieron la tala salieron a impedirla pero sólo pudieron salvar a un puñado de ellos.

Como un ogro rugía en mi estómago fuimos en busca de comida pero el restaurante elegido estaba cerrado. Me hice unas fotos en Loreto, que es un callejón que llega a la plaza de armas y en el que hay un muro de piedras incas talladas sobre el cual se erigen las nuevas construcciones.

Para amenizar la espera Lis me invitó a unos tamales, según ella los mejores del mundo mundial: uno salado y otro dulce. El primero me supo como todos los que había comido hasta ahora aunque ella me aseguraba que no tenía nada que ver con los del norte. El dulce sí estaba muy bueno y era diferente. Mientras los saboreábamos en una escalera junto a la catedral hablábamos de los scouts. No sé cómo el año pasado no descubrí que ella había sido scout como yo, no me lo explico porque los scouts siempre terminan hablando de ese campamento en el que........ y a mí me encantan esas conversaciones pero los ajenos me aseguran que somos muy pesados y aburridos.

Aunque los tamales habían calmado al ogro que habitaba en mi interior era necesario alimentarse bien. Camino a otro restaurante pasamos por una plaza llamada Regocijo, mezcla rara: soportales a lo castellano y edificios blancos con puertas y ventanas azuladas, a lo mediterráneo. Todo ellos con su inca-toque, por supuesto.
Subiendo desde la plaza (es bonito eso de la ciudad ombligo hasta que empiezas a subir cuestas) llegamos a un encantador restaurante llamado "En tronquitos" probablemente porque todas las mesas y sillas están hechas de troncos. Un menú completo hasta con refresco y postre por 1.5€, un placer. Empezamos animadas pero cuando aquella señorita me trajo una sopa con si yo fuera el Increible Hulk me di cuenta que los tamalitos me iban a jugar una mala pasada. Con trabajo conseguí terminarme aquella comida copiosa y bien sabrosa.

Con dificultad nos movilizamos hasta la plaza san francisco. Empezó a llover suavemente. No sabíamos qué hacer, yo creo que más bien no nos funcionaba el cerebro porque toda la sangre de mi cuerpo estaba en el tubo digestivo. Mientras nos decidíamos y no la lluvia se tornó en tormenta y nuestras única solución fue tomar un taxi y salir de allá.

Llegamos a casa de Yojhana y poco después Lis se fue a la suya. Ese día más tarde me tomé un mate con el papá y el hermano de Yojhi, éste me estuvo explicando su trabajo. Yo aluciné y no dudé en decirle que podía enviarle amigos y a mí misma en un futuro. Romu es odontólogo y trabaja para el ministerio visitando pequeños pueblos perdidos de la mano de dios, allá lleva cepillos a los colegios y enseña cómo usarlos (educación para la salud queda más bonito pero menos didáctico). También realiza tratamientos a personas que no pueden desplazarse o sencillamente no pueden costearse un dentista. El grupo lo completan un médico general, una enfermera, una obstetra y una auxiliar. Cuando sea médico de verdad, volveré.






De Bolivia a Perú

Según los planes desayunaríamos en el mercado y luego nos dirigiríamos a la estación, pero una cosa que conocí esa mañana de mi amiga holandesa es que era muy lenta. Salimos tarde y tuvimos que eliminar el desayuno del mercado e improvisarlo en la estación, pero el chocolate no estaba ni frío ni sabroso y el sandwich de palta con tomate y queso quedó totalmente fuera de nuestro planes con mi consiguiente decepción.

Como era de esperar, el bus que hacía el trayecto La Paz Cusco estaba plagado de turistas, de hecho sólo unos 4 hablábamos español. Tardamos algo menos de una hora en salir de la ciudad. Una vez en la ruta eligieron una película horrible para proyectarla. Yo metida de lleno en mi libro la ignoré. Tras esa pusieron otra en la cual Edward Norton hacía de loco, qué extraño, decidí verla porque ya había terminado mi libro del borracho y necesitaba un descando.

La frontera la cruzamos en Desaguadero. Tuve casi que hacerle un croquis al policía de frontera que quería que pagara. Tenía un visado de 30 días, había entrado el 19 de febrero y estaba saliendo el 20 de marzo. Él me decía que tenía que pagar porque había estado más de un mes, yo le expliqué que eso servía para cualquier mes pero que febrero, al tener 28 días, era la excepción. Como ninguno de los dos cedíamos y yo no paraba de decirle "señor, se está equivocando, cuente con los dedos si es necesario" y la cola me alargaba, finalmente vino otro poli y le dijo "ella tiene razón son menos de 30 días" (bien, qué me gusta tener razón, pero tampoco era complicado de calcular).

Desaguadero está situado a orillas del Titikaka y la frontera es un puente sobre el mismo. En medio de dicho puente si miras a cada lado encuentras grandes pancartas donde cada país te da la bienvenida. Lo atravesé con alegría y pena. Bolivia fue un país difícil para mí, no por su pobreza, no por sus infraestructuras, ya había estado en otros países pobres, pero incluso en el infierno se puede estar cómodo cuando te sonríen. Merece la pena visitar un país tan bello a pesar de que haya lugares donde la gente es especialmente difícil o incluso racista con los extranjeros como es el caso de Sucre, aunque esta ciudad tiene una historia de racismo tal que el mismo Evo tiene problemas para visitarla. A mí me miraban mal allá, pero porque también los blanquitos de allá son bien racistas con los mestizos. La ciudad que más miedo me dio quizás fue donde la gente fue más acogedora: Cochabamba. Y donde tanto la gente como la ciudad en sí son bellas, sin duda, Potosí.

Con el sello de entrada en Perú en mi pasaporte me senté a esperar que todos tuvieran el suyo. Un perro vino atraído por el olor de mi bocadillo y el señor del puesto de mi lado empezó a hacerme bromas y a hablar conmigo. Hacía tiempo que no me pasaba eso.... sí, estaba en Perú.

El bus no hacía más paradas ya que los dos chóferes iban en el interior y también había wc en el pasillo, así que me tocó comer allá dentro los ricos bocadillos que me había preparado. Al terminar decidí dormir un poco, lo estaba consiguiendo cuando de pronto el bus bajó bruscamente, empezó a botar a toda velocidad y a culear... me asusté ya que justo mi amiga Lisbeth me había dicho que tuviera cuidado en esa ruta porque su primito había fallecido en un accidente hacía un mes. Por unos segundos no supe qué pasaba, sólo que el bus no iba bien. El chofér fue un gran profesional porque supo reducir correctamente y enderezar el bus. Cuando nos bajamos observamos que una de las ruedas traseras estaba destrozada. Con el susto en el cuerpo decidí relajarme haciendo fotos al hermoso paisaje. Parecía que aquello iría para largo. Aburrida de hacer fotos me puse a hablar con un grupo de australianos y así permanecimos una hora. Me preocupaban ahora dos cosas, la primera es que llegaría tarde y no tenía manera de avisar a Lisbeth y Johana de mi demora; la otra, que los coches al pasar junto al bus y ver un grupo de personas a un lado de la carretera tocaban el claxon como desesperados pero no disminuían la velocidad ¿es que acá no enseñan que ante cualquier peligro hay que reducir? Una locura.

Repuesta de todo susto, ya lo único que quería era llegar al Cusco. Aún quedaba mucho. Como estaba en la parte delantera del bus y los australianos eran los que estaban manejando el DVD, me dejaron escoger la última película. Buscando encontré Invictus y pensé que ya era hora de proyectar una buena. Sin embargo cuando llegamos a las afueras de Cusco estaban en el partido final, ya había salido Mandela a saludar y estaban a punto de hacer la Jaca cuando el bus paró, se encendieron las luces, entraron unas señoras ofreciendo alojamiento y nos quitaron la peli. Yo ya tenía alojamiento y esos 10 minutos que tardamos en llegar al terminal me habrían valido para ver el partido, qué mal.

Había pasado una hora y cuarentaicinco minutos de la hora acordada con las chicas. No sabía si seguirían allá, aunque intuía que sí. Tenía muchas ganas de verlas. En Francia habíamos sido vecinas de pasillo, habíamos convivido durante meses, habíamos compartido nuestra cocina y charlas nocturnas. Hacía un año que no nos veíamos. Cuando entrábamos en la terminal yo miraba impaciente por la ventana y.... ¡¡allí estaban las nenas, estaban allí, ay, qué bien!!

Fuimos a casa de Johi, donde me habían preparado una cama. Me duché y salimos. Pasamos primero por el bar de unos amigos donde se celebraba el cumple otra amiga, pero como tenía hambre fui con Lisbeth en busca de comida. Al ser un poco tarde pasamos primero por el restaurante de su hermano que ya estaba cerrado, así que nos mandó a otro.

Alimentada ya estaba lista para la noche. Noté una gran diferencia con Bolivia. Por un momento sentí que podía estar en cualquier bar de España. Como había mucha gente Lis me iba poniendo al tanto de los cotilleos y así poder seguir la conversación. De allá nos fuimos al bar de otros amigos donde seguimos hidratándonos con ron al son de música totalmente occidental. No era muy tarde cuando volvimos porque yo estaba muy muy cansada.

Últimas horas en La Paz

Mi último día en la ciudad a la cual empezaba a coger un extraño cariño fueron bastante improductivas. Empecé el día desayunando con mi amiga en el mercado y cuando ella se dirigió a su curso de español yo me fui a internet donde permanecí casi toda la mañana. A mediodía, para paliar mi hambre decidí hacer un experimento que lógicamente me decepcionó: tomar un kebaps en Bolivia es una mala idea, sabroso pero extraño.

Aun sin haber hecho nada especial, estaba muy cansada. Quizás sería culpa de la altura. Me dormí una siesta y, recuperadas las fuerzas, me fui a comprar mi billete para Cusco. A mi vuelta compré comida porque el viaje duraba once horas y ya sabía que lo que me darían sería insuficiente. Una vez surtida de víveres, llamé a mi amiga Lisbeth para que viniera a buscarme a la terminal de Cusco con Johana.

Cené una maravillosa pizza callejera y al pasear me despedía de las calles, de los puestos, edificios y gentes. La Paz era una ciudad que me había dado miedo incluso antes de llegar, que cuando había leído sobre ella me asustó aún más, pero que finalmente en cierto modo me había dado algo, no puedo decir qué, pero consiguió que me gustara a pesar del caos imperante. Quizás fue que me pareció una ciudad viva, que crece apresurada y que vive intensamente.

Tras mi cena, con mis bocadillos ya preparados, me fui por última vez a intentar que la memoria USB que había comprado funcionase. Cambiarla había sido imposible con madre e hija, había perdido mi dinero. No puedes comprar nada de tecnología allá, ya que te expones a que sea falso y que no te lo cambien a pesar de tu insistencia. Mi USB nunca funcionó, pero conservando la esperanza me puse a formatearlo una última vez.

Estaba frente al ordenador cuando llegó la chica de Seattle. Empezamos a hablar mientras se cargaban las fotos. Nuestra conversación empezó en Sao Paulo, donde ella había estado trabajado, pasando por diversos temas y lugares terminamos hablando de la sanidad en EEUU. Fue todo un placer hablar con una persona tan conocedora y coherente, me hizo disfrutar mucho de la conversación. Cuando ya nos íbamos llegaron dos chicos franceses. Empezamos a hablar sobre nuestros viajes y me comentaron que habían estado en Sevilla. Profundizando en detalles me dijeron que se habían quedado en casa de un tío muy buena gente que escalaba. Se me enccendió la luz, "seguro que lo conozco" me dije. Buscando más detalles conseguí saber que era rubio, se llamaba Óscar, vivía en un pueblo cuya descripción encajaba con Tomares y los había llevado a una plaza de noche que por lo que me contaron era la Alameda.... uhm... ¡¡ese es el Cabra!! así que empezamos a reírnos al comprobar que conocía al individuo que los alojó. Tras un tiempo de risas y anécdotas nos apagaron las luces y nos echaron. Me fui a la cama prometiéndole a los chicos que escribiría al Cabra para comunicarle que se equivocaba al decir que no podrían atravesar el Atlántico en velero ya que, saliendo de Senegal, habían llegado a Trinidad y Tobago, qué tíos tan grandes!!

PD. Por supuesto escribí al Cabra quién alucinó con la noticia.