martes, 20 de abril de 2010

CUSCO: día 9

Pensé que ya había descansado bastante y era hora de hacer cosas útiles así que me fui en la mañana a Perú Rail. Necesitaba comprar ya mi ticket de Machu Pichu o no lo vería. Al entrar en la estación me sorprendí con la cantiidad de gente que allá había. Me dieron un número: "v-026" y me mosqueaba el ver que eran diferentes series. Saqué mi libro y me puse leer deseando que la espera no se prolongara más de una hora. Sin embargo la hora pasó. Apenas llamaban a la V sino más bien llamaban a las agencias (E) y a otra serie que era la (B). La señora que estaba a mi lado, que era dueña de un hotel en Aguas Calientes, me dijo que los de Perú Rail eran unos racistas, que siempre daban trato de favor a los extranjeos y a los peruanos los dejaban los últimos. Entonces le respondí que yo tenía una V también como ella y mirándome con una sonrisa me dijo "¿le hablaste en español al señor de los números? entonces eres turista de segunda clase no como los gringos que hablan inglés". En eso ví que unos señores que iban detrás de mí se estaban colando, sin dudarlo un instante me levanté hasta el mostrador y se lo dije a la señorita pero ésta me ignoró y los otros miraron hacia otro lado. Entonces empecé a volverme verde como el increíble Hulk: estaba aún medio mal físicamente, la gente se colaba, llevaba allá casi dos horas y ¿encima me estabas discriminando? GRRRRRRRRRR. Respiré profundo y seguí leyendo. Cuando por fin llegué al mostrador me atendió la peruana más sosa y desagradable que he visto en mi vida. Pensé que como Perú Rail es inglesa les habían dado un curso de cómo ser lo más desagradable posible. Se olvidó de sonreír. Para que ya todo fuese redondo no quedaban tickets hasta el 10 de abril. Enfadada, muy enfadada, salí de allá maldiciendo el puñetero tren.

Con el enfado en el cuerpo me fui a comer, para calmar a Hulk y luego a internet para hacer tiempo a que vinieran las chicas a ver la procesión. La ciudad estaba engalanada ya que el lunes santo en el día de procesión, el único, del Señor de los Temblores. Se llama así porque fue sacado en procesión en el terremoto de 1650, es el cristo negro que se encuentra en la catedral.
Alrededor de la Plaza de Armas hay hermosos balcones de madera, bien cuidados y que dan una estética muy castellana a la plaza. Todos ellos estabas adornados con faldones granates y palmas. Me recordó a la semana santa de Sevilla en la decoración, pero, como siempre, había algo propio que marcaba la diferencia. También como allá la calle estaba colmada de gente, en cambio ésta no iba tan sumamente arreglada como en Sevilla, detalle que a mí me gustó ya que nunca entendí por qué el traje nuevo del Domingo de Ramos ni el no poder ir por mi ciudad en pantalones vaqueros durante la semana santa sin que la gente me mire mal, estos sevillanos deben estar locos.

Mientras esperaba alas chicas en la Plaza del Regocijo estuve comiendo u algodón de azúcar, hacía años que no tomaba ninguno, cuando lo hago es coo si se despertara la niña que hay en mí, sonrío con cada trozo que degusto y en ese momento veo todo con otros ojos. La plaza es hermosa, la fuente cambiaba de color y los niños jugaban. No tenía entrada a Machu Pichu pero por unos minutos me sentí sumamente feliz.

Cuando llegaron mis nenas nos fuimos a la Plaza de Armas donde, tal y como un joven dijo, "aquí está todo Cusco", efectivamente, no cabía un alma. Yo iba haciendo fotos a la multitud, a los balcones, a la fuente, a la catedral... Abriéndonos paso entre toda aquella gente, no sin dificultad, conseguimos situarnos a un lado de la catedral, junto a los bomberos (acá los bomberos no son macizos como en España o Francia sino panzones, me decepcioné y laschicas se rieron con mis comentarios). A lo lejos empezó a aparecer el cristo. Me resultaba extraño no oír música (llevan acompañamiento pero no todo el tiempo), no ver nazarenos ni virgen. De puntillas retransmitía a las chicas la jugada hasta que el cristo negrito subió las escaleras de la catedral y pudieron observarlo. Entonces lo giraron como para saludar a la gente y la plaza empezó poco a poco a arrodillarse hasta que todos quedamos a ras de suelo. Yo, que andaba haciendo un vídeo, me agaché por inercia sin saber muy bien a qué se debía. Un minuto más tarde nos levantamos y las chicas me dijeron que el Señor de los Temblores nos había bendecido. Espero que me sirva de algo, pero bueno, creo que nunca había sido bendecida así que una experiencia más en la vida.

Una vez bendecidos, las sirenas empezaron a tocar: policías, bomberos, ambulancias... y sin haber pedido ninonino!!! Muy grande. A mí me resultó muy extraño pero supongo que era una especie de homenaje. También sonaban varias de las campanas de la catedral, entre ellas la grandota, María Angola, que recibe el nombre de una señora que murió ya no recuerdo bien pero creo que lo que me contó un muchacho fue que durante la construcción o bien la señora cayó sobre la campana o viceversa.

Abandonar la multitud nos costó nuestro trabajo y nos dirigimos a cenar al bar de los chicos y de allá a visitar a Adriana que volvía a estar en el hotel viendo Titanic (como días antes), yo no tenía mucha ganas de ver otra vez hundirse el barco, así que tras un ratito volvimos al hogar.

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