viernes, 21 de mayo de 2010

Cajamarca 1

Todos los buses parecen de llegar de madrugada y, aún dormido, uno debe lidiar con la marea d taxistas que lo acosan intentando sacar un buen precio. Elegí a uno de ellos, más bien al azar, para que me llevase al Hostal Plaza, situado en plena plaza de Armas de Cajamarca y con un precio de 15 soles la cama (algo menos de 4 euros). La parte divertida del albergue no es la bonita distribución de las habitaciones entorno a un patio central, sino la cantidad de juegos, columpios, toboganes y futbolines que poseía.

La mañana la dediqué a visitar la ciudad. Vista la plaza d Armas me dirigí al "cuarto del rescate". Allí contraté a una guía que me dejó precio de estudiante y me hizo la ruta bastante más interesante. El edificio recibe ese nombre porque fue donde Atahualpa permaneció encarcelado varios meses por los españoles antes de su ejecución.

Tras la muerte de su padre Huayna Cápac, Atahualpa al norte y Huáscar al sur del Tawantinsuyo se enfrentaban para heredar el "trono" del difunto mandatario inca. En plena lucha por el poder, Pizarro hace su aparición allá por el año 1532 en la ciudad de Cajamarca. Relata que cuando entró en ésta quedó fascinado por las dimensiones de la plaza central, que se hallaba ubicada en el mismo emplazamiento de la actual plaza de armas, pero era varias veces mayor que ésta. Sorprendido, comprueba que no hay nadie. Los señores de aquella ciudad no se encontraban allí. Es informado de que el gran Atahualpa se encuentra a escasos kilómetros de allí, en unas aguas termales resposándose tras una campaña militar. El inca iba camino al sur tras su victoria en las tierras del norte cuando paró en Cajamarca para descansar. Pizarro le envió unos regalos y solicitó reunirse con él. El inca volvió a la ciudad y así lo hicieron. El encuento tuvo lugar en plena plaza, ésta fue ocupada por los miles de guerreros que acompañaban al inca y por unos doscientos españoles que arropaban al conquistador. Cuentan que el encuentro fue cordial y tenso. El punto álgido fue cuando el sacerdote que acompañaba a los españoles regaló al inca una Biblia, éste al no comprender el regalo, recordemos que los incas no conocían la escritura, se sintió ofendido y arrojó el libro al suelo. Sorprendidos y enfadados, los conquistadores interpretaron el gesto como un acto del demonio e intentaron apresar a Atahualpa. Se desencadenó una gran batalla en la plaza. Los incas, superiores en números sucumbieron a la superioridad del armamento español. Difícil resultaba combatir con una honda al jinete de larga espada y más aún los cañones con hachas de piedra. Asustados los incas a causa de los bombazos por desconocimiento de la pólvora, la ciudad fue tomada por unos pocos españoles y su líder, Atahualpa, capturado y encarcelado por el delito de ofensa a Dios.

Los incas habían quedado sorprendidos por la avaricia española de oro. Algunos indígenas habían llegado a creer que aquellos extraños seres llegados desde ultramar se alimentaban de tan preciado metal y era por eso por lo que corrían cuando lo veían, lo tomaban en sus manos y lo mordían, sin saber que realmente éstos buscaban su autenticidad apretando los dientes mientras su hambre de oro se saciaba.

Como tenía claro que los metales preciosos eran lo que realmente movía a los recién llegados, Atahualpa propuso un trato a Pizarro. En el interior del cuarto, de pie, elevó su mano y prometió llenar hasta ese nivel (unos 215 cm ya que él era muy alto) el cuarto una vez de oro y dos de plata a cambio de su liberación. Pizarro aceptó. Desde diferentes zonas del imperio empezaron a llegar numerosas figuras y joyas de estos metales. Tal como llegaban los españoles las fundían, convirtiéndolas en lingotes que eran enviados a Europa. La cantidad de oro y plata entregado se calcula que fue muy superior a la prometida.

Durante su encierro Athualpa nunca perdió la presencia. Era un mandatario majestuoso. Nunca pisaba el suelo, siempre era portado; cada día usaba un traje que después era quemado e incluso escupía en la mano de un sirviente que luego engullía aquello. Durante su captura aprendió a jugar al ajedrez tan sólo observando a los guardias y al final terminó aconsejándolos sobre las jugadas.

Tras nueve meses de arresto y mucho oro y plata embarcado, Pizarro decidió liberarlo y cumplir así su parte del trato. La intervención de Almagro fue fundamental para convercer al conquistador de que una vez liberado podía atacarlo, por lo que era obligada su ejecución. Bajo el delito de traición a Dios y a la biblia (o algo así) fue condenado a morir en la hoguera. Poco antes de su muerte se le ofreció la posibilidad de que abrazase la religión católica, de modo que sería ejecutado con garrote vil e iría a cielo como mártir. Él aceptó y antes de su muerte fue bautizado.


Tras salir del cuarto del rescate me dirigí al complejo de Belén, un conjunto de edificios de carácter religioso. Visité una iglesia en la cual se practicaba la caridad asistiendo a enfermos. Para que éstos pudiesen asistir a misa a pesar de su enfermedad, las habitaciones, por llamarlo de algún modo, eran pequeños cubículos de unos dos metros cuadrados situados a lo largo de la pared de la iglesia y todas orientadas hacia el altar. Me pareció alucinante. Si estuviera agonizante lo último que quisiera hacer en esta vida sería escuchar un sermón religioso.
En su parte exterior, la iglesia tenía una fachada al más puro estilo barroco mestizo, ese que tanto me fascina. En la torre del campanario sobresalía una vieja biga de madera. La guía me explicó que su función consistía en servir de punto de ahorcamiento a los pecadores durante el tiempo que la inquisición estuvo presente en América. Ésta fue menos importante que en España, pero también existió.

Había otro edificio similar, algo más pequeño, que estaba dedicado a las mujeres, ya que el anterior era sólo para hombres. Actualmente el hospital de mujeres acoge un pequeño museo.



Aproveché para pasear por la ciudad. Era tranquila, limpia, con encantadores balcones de madera y bellas plazas ajardinadas. Tras el caos que supuso para mí el tráfico de Chiclayo, los coches de aquí no me parecían siquiera motorizados. Parada para comer y con el estóamgo lleno subida al cerro de Santa Apolonia para poder disfrutar de las vistas de la ciudad desde el mirador. Pensé que el cerro sería más elevado y la subida más difícil, pero era como subir una cuesta de Granada o de Cusco.
Además de una panorámica general de la ciudad, allí se encontraba una piedra comúnmente conocida como "la silla del inca" que se desconoce si fue utilizada como tal, pero que se trata de una piedra tallada de la época inca.


En la tarde hice un tour que combinaba diferentes visitas en los alrededores de la ciudad. El primero de ellos era en las "ventanillas de Otuzco", un yacimiento funerario parecido a los actuales nichos. Los chachapoyas escavaban huecos en las rocas y tras desenterrar a sus difuntos del suelo, años después de su muerte, introducían los huesos allí. No se sabe el por qué del ritual, pero se han encontrado paredes similares en lugares más o menos alejados de Cajamarca. El tamaño de los agujeros es variado, así como su profundidad o su altura.

Después pasamos por un puente colgante que no era especialmente atractivo. El paisaje resultaba más interesante con sus verdes prados rodeados de montañas y ocupados por vacas, que aquel viejo puente. La diversión comenzaba cuando lo atravesabas, ya que parecía estar desvencijado sin estarlo. Pendulaba a ambos lados con el caminar de la gente. Los turistas reían y se balanceaban de un lado a otro. Yo pensaba que la desgracia era inminente.

El tour terminó en una granja donde nos mostraron cómo se ordeñaba una vaca, como si nunca lo hubiésemos visto. La visita carecía de interés salvo por la visita a la tienda de productos propios de la granja. Típica emboscada turística, pero decidí picar el anzuelo porque aquellos productos tenían un buen precio y bastante buena pinta. Tras probar el manjar blanco y el queso con orégano no pude negarme a llevarlos a casa.

Día muy cansado, pensé en acompañar a las chicas que cenaban a mi lado en el restaurante al karaoke. Cuando me di cuenta se me cerraban los ojos. Estaba realmente agotada.

No hay comentarios: