martes, 25 de mayo de 2010

Trujillo 2

A pesar de los problemas de comunicación iniciales, conseguí contactar con el papá de Eliana. El señor, conocedor de la amistad que había entablado con su hija en Francia, insistió en ayudarme en lo que fuese. Así, esa mañana, me recogió para acercarme a la terminal de buses de Cruz del Sur, que se encontraba bastante alejada del centro. Luego me dejó de vuelta en el hostal y me ofreció que dejase mi mochila en su oficina, situada a tan sólo unas calles de la plaza de armas. Cuando entré por la puerta me miró fijamente y me dijo: "con esa mochila te pareces mucho a mi hija. A ella también le gusta viajar mucho, siempre va con su mochila". Noté cierta añoranza en sus palabras. Era cierto, Eliana tiene un mochilón, que actualmente se encuentra en casa de Yojhana en Cusco, es alta, rubia y más blanca que yo.

El tour salía poco después en dirección a la Huaca del Sol y la Luna, ambas de la cultura moche. La primera de ellas aún no ha sido excavada, de modo que aparece como un árido montículo en medio de la nada; la segunda, es una auténtica maravilla.

Esta huaca consiste en una superposisicón de templos de diferentes mandatarios. Una vez que moría uno, el que era designado construía su templo sobre el anterior, así se diferencian múltiples niveles. Entramos por el tercer templo. En las paredes unos relieves mostraban las diferentes caras de Ayapayec, el dios degollador, a veces triste, otras alegre y en ocasiones enfurecido. No tenían nigún tipo de molde para diseñarlo y, como era elaborado por diferentes artesanos, el resultado final es visiblemente diferente entre las distintas esculturas. Los colores predominantes: rojo, amarillo, negro y blanco.

Aquí, como en otros lugares, los ladrillos eran donados por las familias a modo de tributo y cada uno de ellos tenían una marca que indicaba la procedencia del mismo. Eran de diferente tamaño y resultaba curioso observar detenidamente las marcas que habían realizado sobre el adobe aún fresco.

Pasamos al cuarto nivel desde el cual se podían observar unas estupendas vistas de la huaca del sol, de los restos de las casas de los artesanos y de los cultivos de arroz. Desde allí se accedía al quinto y último nivel, en el cual las paredes ofrecían ya una gana más amplia de colores, incluyendo por ejemplo el azul. Aún se conservaba, allá en las alturas, una zona de sacrificios.

Cuando creí que la visita había acabado empezamos a bajar por una escalera y de pronto, sorpresa: ante mis ojos se habría una gran plaza, lugar de ceremonia de los mochica, desde donde podían obsevarse, superpuestos, los diferentes templos, formando cada uno una franja de decoración en aquella pirámide trunca. Aluciné durante un buen rato, de hecho seguro que tardé algunos minutos en cerrar la boca. Allí se respiraba un buen ambiente, los turistas sorprendidos levantaban la vista y fotografiaban sin parar; los arqueólogos, sentados con su gorro de protección, limpiaban con esmero las paredes del templo.

Había disfrutado mucho de la visita ya que huaca me había sorprendido pos sus coloridas paredes y su enorme plaza de ceremonias. El guía, que lo conocía del día anterior, nos informó de un modo muy ameno haciendo que la visita resultase incluso breve.

De vuelta a la ciudad tuve poco tiempo antes de salir de nuevo de ruta. Me habían indicado que el tour sería semiprivado, ya que, después del imprevisto del día anterior, varias personas habían anulado su reserva. Cuando llegó el taxi a recogerme me alegró comprobar que mi compañera de viaje era Cida, la brasileña. Afortunadamente fuimos hablando durante el camino, ya que el complejo del Brujo se encuentra realmente alejado de la ciudad, como a una hora.

Al llegar allí, una huaca más. Quedaban aún algunos diseños por las paredes, pero tras haber visitado la de la luna aquella tenía menor interés. La parte curiosa el complejo es que allí se encontró a la Señora de Cao, una mandataria moche de unos veinteaños que, según los objetos hallados en su tumba, tuvo una gran importancia social. Su descubrimiento supuso un hito en la arqueología peruana, ya que, hasta entonces, no se había considerado a la mujer como posible persona relevante dentro de la sociedad moche.
En la parte superior de la huaca, unos troncos sobre un hueco, indican el lugar donde fue encontrada la tumba de la momia. Las paredes de alrededor tenían diferentes diseños con curiosos dibujos como pixelados.

Desde lo más alto la vistas eran también muy hermosas: a un lado, el desierto; al otro, los cultivos de caña, y al fondo, el mar. Tristemente también se observaban miles de huecos en el suelo dándole a éste un aspecto lunar. No eran otra cosa que agujeros realizados por huaqueros en busca de tesoros.

El museo de la Señora de Cao me despertaba mucha espectación. Otros turistas me habían recomendado la visita del complejo y habían alabado los tesoros allí expuestos, de hecho había llegado a oír que dichos tesoros eran incluso más numerosos que los que acompañaban al Señor de Sipán. Sin embargo el museo me decepcionó. Además de que no dejaban hacer fotos, hecho que normalmente me molesta; lo allí expuesto, que es cierto que era muy bello, resultaba bastante escaso. La momia se exhibía en una especie de urna, que a su vez se encontraba detrás de un cristal, de modo que los reflejos dificultaban la correcta visión de los detalles de la momia, como pueden ser los tatuajes que le recorren todo el cuerpo.

Basante cansada y un tanto decepcionada salí del recinto. Una vez fuera, el guía me dijo que algunos de los objetos encontrados seguían en restauración, pero que no era raro que alguno se "perdiese" en el trancurso de los estudios arqueológicos.

Mi tiempo se acababa. Aproveché mis últimos momentos en la ciudad para visitar el mercado de artesanías y el famoso mercado de zapatos. Tras comprar algunos regalos decidí pasarme por el supermercado y buscar los encargos que había recibido desde Francia. La maldita música del supermercado me taladró el cerebro, pero sobreviví.

Terminé el día volviendo a la oficina de Eduardo, el papá de Eliana, quien me llevó a la estación tras haber comprado algunos dulces para que yo se los acercara a su querida hija a las europas.

No hay comentarios: