domingo, 16 de mayo de 2010

De Chiclayo a Máncora

Dediqué toda la mañana a cargar fotos e informarme sobre unidades docentes de Barcelona. El día de la elección de plaza mir se acercaba y yo había obviado el tema durante dos meses. Ahora era ya el momento de ver qué podía hacer. Aún quedaban plazas en Sevilla pero necesitaba un plan B.

Mientras me encontraba en el ordenador escuchaba los cds de cumbia que Belén, la mamá de Yojhi me había regalado. Yo tarareaba y culeaba delante del ordenador ante la sorprendida mirada de Mili, la señorita que trabaja en casa de Christie que por cierto cocina bien rico. El día anterior había hecho un espesado, que es un plato típico de la región, sabrsísimo y ese día comí espaguetis a la boloñesa con una peculiaridad: ¡ iban acompañados de arroz! Chris me explicó que allí todo se acompañaba con arroz en el plato, incluso la pasta.

Ya en la tarde cuando ella volvió del básket nos fuimos en coche a recoger a Alonso y de allí a Monsefú. Es otra pequeña localidad situada no muy lejos de Chiclayo donde es muy conocida la artesanía. Me gustó sin encantarme y no compré nada de artesanía. Ésta era principalmente del tipo de canastos y cestas de mimbre, no creí que nada pudiese llegar con vida. Descubrí sorprendida la versión peruana de la flamenquita de encima de la tele, de hecho el traje se parecía bastante ya que consistía más bien en una evolución de los trajes que los españoles trajeron aquí. La señora no perdió la ocasión e intentó vendérmela pero decliné su oferta.

De regreso a la ciudad me compré un billete de autobús para salir hacia Máncora esa misma noche, así que volvimos rápidamente a preparar mis maletas y cenar. Justo antes de salir conocí a unas amigas de la mamá de Christie, ellas empezaron a preguntarme cosas sobre España y cuando dije que era de Sevilla una de ellas dijo exaltada "mi hija está en San José de la Rinconada", me hizo gracia la coincidencia.

El papá de Chris me llevó a la terminal de buses y allí empezó mi pesadilla. Los asientos eran bastante incómodos, no me cabían las piernas, la chica del asiento de al lado me bloqueaba todo posible movimiento, sin contar con la música a todo volumen que ni siquiera mis tapones de oído conseguían aplacar. Además, cuando conseguía quedarme entre dormida, llegábamos a un pueblo y el conductor empezaba a gritar.

Finalmente llegué dolorida a Mácora, allí los conductores de lo motocarros estaban dormidos, uno que se despertó aceptó llevarme hasta el hotel pero me pedía mucho: 3 soles por un recorrido de unos cinco minutos, cuando llegamos disctimos y sólo le di 2. El hotel se llamaba"sol y mar" y tenía muy buena pinta: en un patio central se localizaba una piscina con hamacas, zona de relax, bar y una mesa de ping-pong. Alredededor se encontraban las habitaciones. Esa noche me metí en la habitación "Langosta" y luché para quedarme dormida mientras una música tipo "rave" venía desde la playa.

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