viernes, 14 de mayo de 2010

Chiclayo

Cuando vi pasar a Chris con su papá en el coche junto a la estación me descubrí sonriendo. ¡¡La muy empollona iba estudiando!! Me acerqué mientras ella seguía introducida en el mundo de la pediatría. Desde el otro lado de la ventana del carro la observé mientras ella ni se inmutaba. Sólo unos segundos después grité "¡cariiiiiiiiñoooooo!" y su cabeza giró rápidamente hacia mí mostrando una enorme sonrisa en su rostro.

En su casa conocí finalmente a su mamá, con la que a veces Chris me comparaba en Francia. Sus hermanitos, que a menudo veía por la cámara durante nuestras conversciones de Skype, ya habían salido a la escuela. Ella me había preparado un superjugo de papaya, qué rico. Poco después tuvo que salir al hospital pero José, también conocido como Pepe (pero que realmente se llama Armando), vendría a recogerme en poco tiempo. Es un taxista de confianza de la mamá de Chris. Ya me avisaron que no era muy seguro parar cualquier taxi en Chiclayo y que aquí los motocarros son conducidos casi en su totalidad por delincuentes, lo cual no es ningún aliciente para demandar sus servicios.

José me llevó a la plaza de Armas y allí, al bajar, me dirigí a ver varias agencias. Christie me había hablado de un tour para visitar la tumba del Señor de Sipán y su museo, ya que se encuentran en lugares bastante alejados. No sabía de qué agencia me había hablado así que la llamé y decidió pasarse y así contratarlo juntas. Desde el centro fuimos callejeando. Era tan extraño estar allá, las dos juntas de nuevo, hablando como si no hubiese pasado el tiempo...

En pocos minutos me enseñó lo más llamativo de la ciudad. Paseamos por el parque mientras nos poníamos al día sobre cotilleos que quedaron en el tintero en nuestras conversaciones transatlánticas. Decidimos ir a ver el paseo de las musas en otro momento. Regresamos a por nuestro bikinis y partimos a Pimentel, una pequeña localidad a unos 20 minutos de la ciudad donde hay playa.

Aunque el viaje en combi fue algo desagradable, estábamos contentas, muy contentas, estábamos felicisisisisisisisisisisisisimas.

La playa tenía la arena algo oscura, pero de ella salía hacia el mar un antiguo embarcadero de hierro oxidado y madera resquebrajada realmente hermoso. Es el lugar que toda película romántica de playa necesita. Viejo pero encantador, en cierto sentido ese embarcadero me robó un poquito el alma.

Tranquilamente paseamos por la arena. Descubrí que había muchos agujeritos en ella que en un principio no supe en qué consistían. Sorprendida vi, como con cada uno de mis pasos, algo se movía en el suelo. Eran muchos cangrejitos, de un color similar al de la arena, que corrían rápidamente a meterse en un agujerito cuando pasábamos a su lado. Me hizo mucha gracia y salí corriendo gritando "¡cangrejitoooooo!", riéndome porque delante de mis pies miles de patitas llevaban los redondos cuerpos hacia sus "madrigueras".

Al final de la playa pude conocer los famosos "caballitos de Totora", una embarcación construída de la famosa planta y que se utiliza desde tiempo de los mochica. Es un barquito que a mí me parecía como si estuviese cortado a la mitad, ya que la zona de la proa termina en un pico elevado pero la popa consiste un corte brusco. El pescador se sitúa en la parte delantera mientras que el pescado lo va almacenando en el hueco que existe en la parte posterior de la embarcación.

El agua estaba muy fría como para bañarme. Ya había nadado en el Pacífico, pero seguía con la intención de repetirlo hasta que me metí y una ola helada reventó en mi pierna. Quedé como un perrito en la orilla, mojándome sólo las patas y saltando de alegría, intentando salpicar a Christie.

Volvimos a comer a su casa. Ella partió de nuevo a clases y yo quedé durmiendo, hasta que su pequeña hermana entró en la habitación y se quedó mirándome con cara de "¿qué es esto?" Pude tener una conversación bastante interesante sobre el machismo y otras cosas que me habían llamado la atención con su mamá. Ella es fiscal de familia, o algo así, y lleva muchos casos de violencia de género.

Cuando Chris volvió nos fuimos con su tío (que en realidad no es sino un conocido de la familia). Íbamos a ayudarlo a hacer la compra ya que se estaba divorciando y no sabía mucho al respecto. Ella le enseño algunas cosas. Yo iba más bien mirando todo en general y comparando con lo que ya conocía. Para mí, a pesar de tratarse de un simple supermercado, no dejaba de ser una nueva experiencia. Él, en agradecimiento, nos invitó a cenar.

Cuando

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