domingo, 16 de mayo de 2010

Zorritos, Punta Sal y Máncora

Creía que la pared se me caería encima cuando oí el ruido de las obras. Tras el susto, una ducha con agua fría y salada, un paseo por la playa y unos huevos fritos como desayuno. Después, una pequeña caminata en busca del colectivo para ir a Zorritos, un pueblo pesquero situado a unos cuarenta kilómetros de Máncora. Pregunté a una señora que me dijo que el paradero se encontraba "ahí no más", el mismo dato impreciso que siempre, "¿eso serán 100 ó 1000m?" pensé. Como caminaba y no encontraba el lugar volvía a preguntar y la respuesta era siempre la misma "ahí no más, señorita". Fuí andando de ahí no más en ahí no más, hasta que llegué a una plaza situada a la salida del pueblo donde se encontraban los paraderos. Según yo, la indicación adecuada hubiese sido: "atraviesa todo el pueblo y cuando vayas a salir hay justo una plaza, ahí no más".

Zorritos es un pequeño pueblo pesquero que me desilusionó un poco. Fue mi culpa no cambiar mi concepto de pueblo pesquero. Esperaba pequeñas casas de pescadores, con su pequeño puerto lleno de barcos, sus señores con las redes... sin embargo ese concepto no era aplicable aquí. Era un lugar algo abandonado y no había puerto, sino algunas barcas en ciertos lugares de la playa. Tranquilo para pasear y sacar alguna foto pero sin gran interés turístico. Me bañé tranquilamente en la playa y descubrí que la corriente era muy fuerte, así que me quedé en la orillita para evitar terminar en Guayaquil.

Relajada tras el baño busqué un lugar para comer un rico pescado frito. Mientras lo degustaba tuve una conversación totalmente subrrealista con la madre de la cocinera que sufría alzheimer. Me cayó muy simpática, así que le seguí la conversación que ella y respondía a sus extrañas preguntas. Cuando me despedí me dijo estaría allí esperándome...

Mi siguiente parada fue en Punta Sal, una playa turística pero muy tranquila en temporada baja. Me entretuve caminando, mirando el horizonte e intentando hacer fotos artísticas con pésimos resultados. Me antojé de un helado así que me dirigí al único bar que se encontraba abierto y me compré uno de mis preferidos: un maxibom (aunque el nombre era distinto). Hacía tiempo que no comía helado, al menos que recordara, así que lo degusté poco a poco, disfrutando profundamente el momento. Mientras lo comía observaba a unos niños jugar, sólo veía sus sombras ya que estaban a contra luz; parecían las sombras de los niños perdidos que se habían escapado de Nunca Jamás y allí, en el agua delo Pacífico, brincaban y jugaban, tal y como dice Galeano "como juega el niño sin saber que juega". Cerré mis ojos con el rostro al sol y todo era oscuro pero claro, tranquilidad, alguna risa, las olas, las gaviotas...... ¡¡mierda agua!! Una ola impertinente había osado llegar hasta mí, rápidamente me levanté a recoger mi cámara y demás pertenencias no pudiendo evitar que mis pechos escaparan del bikini mientras mis manos estaban llenas de cosas. Corrí hacia la arena seca, como si de una amazona se tratase y allí me recompuse. No permanecí mucho más tiempo allí porque Chris debía llegar pronto con los chicos. En el colectivo iban dos señoras haciendo una especie de encaje. Como me resultó curioso les pregunté y me explicaron que era algo realmente complicado. Ellas iban concentradas en su tarea y el conductor, que me vio muy gringa, cambió la música, quitó cumbia y puso Aerosmith, bueno, también me gusta.

Ya me encontraba en el hotel a la hora acordada así que podía reajarme. Para hacer tiempo me metí en la piscina y me puse a nadar. Me encanta nadar, me fascina, me relaja y me alegra. Hacía muchísimo tiempo que no nadaba y fue un verdadero placer: el agua estaba caliente, había música y sólo un maldito mosquito que osó picarme en la punta dela nariz rompió el encanto del momento.

Algo tarde llegaron Chris, Alonso y Jesús y por fin nos fuimos a cenar. Teníamos muchas ganas de marcha, al menos yo. El hotel tenía una discoteca así que allá fuimos. Me sorprendió que había poca gente, luego descubrimo que ese día era "noche de ambiente" y sólo había gays, pero muy pocos. A pesar del ambiente nos integramos y lo pasamos en grande imitando a una loca que bailaba como Locomía. De allí fuimos a los chiringuitos de la playa, que era donde se concentraban los turistas. Perdimos la noción del tiempo jugando y hablando. Ya cansados volvimos a dormir, aunque aún faltaban dos amigos en el grupo.

Estábamos casi dormidos cuando el móvil sonó, habían llegado, y como yo era la que estaba más espabilada bajé a bucarlos, aunque no los conocía. Esperé tumbada en una hamaca y cuando vi pasar a un par de chicos les pregunté si eran los amigos de Christie. No me respondieron así que pensé que no eran ellos pero cuando el de recepción me dijo que los chicos que esperaba ya habían llegado pensé que eran unos saboríos por no contestar.

Cuando volví a la habitación se lo dije y los muy pavos ni se habían enterado de que les hablé. Tenían ganas de salir, así que volvimos a vestirnos y regresamos al chiringo de la playa, donde la marcha continuaba. Después estuvimos en la playa chupiteando una botella de ron. Al final nos animamos e hicimos algo que nunca había hecho y siempre quise hacer: bañarme en la playa de noche, aunque ya era casi de día. Tras el baño nos fuimos a dormir cuando la habitación se encontraba ya iluminada.

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